CIUDAD DE MÉXICO, 9 Dic. (Notimérica) -
A pesar de que hayan pasado casi cinco siglos desde la aparición de la Virgen de Guadalupe al indígena Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el Cerro del Tepeyac, cerca de la actual Ciudad de México, el país iberoamericano continúa venerando cada 9 de diciembre a esta virgen considerada la más importante de México.
Su principal centro de culto es la Basílica de Guadalupe, ubicada en las faldas del Cerro de Tepeyac, al norte de la capital. De acuerdo a la tradición mexicana, y según lo descrito por múltiples documentos históricos del Vaticano y otros encontrados alrededor del mundo en distintos archivos, se cree que la Virgen se apareció hasta en cuatro ocasiones al indio San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, y una quinta vez al tío de este.
El relato guadalupano, conocido en idioma náhuati como Nican mopohua, narra que tras la primera aparición, la Virgen ordenó al indígena que se presentara ante el primer obispo de México, que habría contado todo lo que había acontecido. Para corroborar esta narración atribuida al indio Antonio Valeriano, se publicó el libro 'Imagen de la Virgen María Madre de Dios de Guadalupe' por el prebístero Miguel Sánchez, contribuyendo a recopilar todo lo que se sabía en la época sobre la devoción guadalupana.
Según diversos investigadores, el culto a esta Virgen es una de las creencias más históricamente arraigadas en el actual México, siendo parte íntegra de su identidad, ya que está presente desde el siglo XVI.
EL BEATO JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN
Juan Diego Cuauhtlatoaztin, fue, según la tradición católica, un indígena chichimeca que presenció la aparición de la Virgen de Guadalupe en 1531. Este fue beatificado en 1990 y canonizado en 2002, en ambos casos por el papa Juan Pablo II.
Nacido en 1474 en Cuautitlán en el Estado de México, Juan Diego era considerado un hombre piadoso por los franciscanos y agustinos asentados en Tlaleloco, Ciudad de México, donde se oficiaba misa y se catequizaba. El 9 de diciembre de 1531, en el centro de Tepeyac escuchó el cantar del pájaro mexicano tzinitcan, anunciándole la aparición de la Virgen de Guadalupe, que se le apareció cuatro veces entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531.
Esta le recomendó contar al entonces obispo, fray Juan de Zumárraga, que en ese lugar quería que se edificara un templo. Para ello, la Virgen le dijo a Juan Diego que cortara unas rosas que misteriosamente acababan de florecer en lo alto del cerro para llevárselas al obispo.
La tradición cuenta como el indígena mostró a Zumárraga las hermosas flores donde se apareció milagrosamente la imagen de la Virgen, llamada más tarde Guadalupe por los españoles. Tras este suceso, el obispo ordenó la construcción de una ermita donde Juan Diego viviría por el resto de sus días custodiando el ayate --actual capilla de indígenas--.