Actualizado 22/03/2007 17:50

Uruguay/España.- Un superviviente de 'Viven' aplica su experiencia para asesorar a empresas en la toma de decisiones

Roberto Canessa visitó Salamanca, donde recordó la gran capacidad de respuesta de los grupos humanos en momentos claves

SALAMANCA, 22 Mar. (EUROPA PRESS) -

El Doctor Roberto Juan Canessa, uno de los 16 supervivientes que el 22 de diciembre de 1972 regresó de los Andes tras permanecer durante 72 días en condiciones extremas en la Cordillera tras un accidente aéreo, acudió hoy a exponer su experiencia como consultor empresarial en el I Congreso Internacional de Comunicación Corporativa (CICC 07) organizado en Salamanca por la Universidad Pontificia y Mapfre, donde recordó que el trabajo en equipo, el sacrificio en beneficio de éste y la "increíble capacidad de superación del ser humano para superar situaciones de fuerte crisis" desemboca siempre en el éxito de los proyectos.

Canessa, que durante una hora y media mantuvo al auditorio pendiente de su relato sobre aquella aventura en los Andes, donde un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló con 45 pasajeros a bordo, se dedica desde hace años a asesorar a empresas poniendo a su disposición "todo lo que aprendió en la montaña", que fue mucho, y que le sirvió para entender que el liderazgo de la acción y el trabajo en grupo hace que se puedan superar todos los contratiempos. La 'clave' del éxito es sentirse parte del grupo y trabajar de forma conjunta para alcanzar el mismo objetivo.

La aventura de Roberto Canessa, entonces estudiante de segundo año de Medicina, y su compañero Fernando Parrado, que caminaron durante 12 días atravesando las montañas para conseguir ayuda para el resto de los supervivientes que permanecían en el fuselaje del avión a más de 3.500 metros de altitud, terminó cuando un pastor a caballo les divisó hambrientos y destrozados por el sol, el hambre y la larga caminata.

En dos días, los helicópteros del Ejército regresaron, guiados por ellos, al lugar donde 14 personas aún permanecían con vida. En esos 72 días de aventura, Canessa explicó cómo entendió que "en los momentos de máxima miseria material y con todos los elementos en contra, se descubre la máxima grandeza humana", y cómo el ingenio, la agudeza y la esperanza hacen que una situación límite acabe convertida en un éxito.

Las víctimas de aquel accidente tenían entonces entre 19 y 22 años --Canessa contaba 19 años-- y tras escuchar a través de una pequeña radio que conservaron tras el impacto del avión que su búsqueda había cesado y les daban por fallecidos, decidieron que debían salir de las montañas por su propio pie.

Ahí comenzó su organización y su trabajo en equipo para conseguir llevar a buen término el proyecto de salir a buscar ayuda y regresar a por el resto de compañeros. Se trató, según Canessa, de una experiencia durísima, en la que vieron morir a compañeros y amigos, y algunos padres y hermanos que acudían junto a ellos a disputar un partido de rugby amistoso con el vecino Chile, pero de la que extrajeron enseñanzas que aún hoy, más de 30 años después, sigue aplicando a su vida y por extensión a la gestión empresarial.

Al ser conscientes de que su suerte y su destino dependía de ellos, los supervivientes transformaron los problemas en oportunidades. "Tan sólo éramos seres humanos enfrentados a una situación límite que desarrollaron al máximo su capacidad de entrega para con el grupo y tuvieron que tomar decisiones como la de comer los cuerpos de los compañeros fallecidos si queríamos salir de allí", recordó Canessa, que acudió a Salamanca acompañado de su mujer, Laura, su novia ya en 1972.

EL LIDERAZGO DE LA ACCIÓN

La clave de su salvación, relató Canessa, comenzó cuando decidieron que debían apostar por el "liderazgo de la acción", es decir, "cuando alguien decidió hacer algo y unos pocos le ayudaron y apoyaron". Ahí se demostró la gran creatividad del hombre, ya que idearon gafas de sol para evitar las quemaduras oculares con la visera posterior de los restos del avión, mantas y guantes con las telas de los asientos, recipientes, sacos de dormir para protegerse de los más de 40 grados bajo cero por las noches, etc.

Después de 29 días, un gran alud se introdujo de noche en el fuselaje del avión, donde se refugiaban por las noches para contrarrestar el frío y de nuevo la desesperación apareció con más fuerza. "Fue la primera vez que miré a los muertos y sentí envidia", explicó Canessa a un sobrecogido auditorio, "porque ellos no iban a sufrir más y nosotros no sabíamos lo que nos esperaban".

"En esos momentos sientes que sólo tienes la vida, nada más: nada que puedas perder o ganar más que la propia vida", y la toma de decisiones es muy clara, conjunta: fue cuando decidieron que la carne de sus amigos fallecidos podría ayudarles a salir de allí.

"Asumimos que si nosotros fuéramos los muertos nos hubiera gustado ayudar en la consecución de ese éxito conjunto, que finalmente fue el rescate, y pensamos que ellos formarían así parte de la búsqueda de la solución a esta situación extrema", explicó.

"Fue duro, pero nunca hemos tenido ningún problema con eso; fue lo que tuvimos que hacer porque en ese momento, las circunstancias eran ésas y había que tomar decisiones", agregó. En esa ocasión, todos llevaron a cabo un proyecto de vida que consiguió salvar a 16 personas gracias a los escasos conocimientos de Medicina de Canessa. Algunos regresaron hasta con 40 kilos menos --como es el caso de Roberto Canessa--, pero vivos.

Tras ello, la vida continuó porque a un grupo humano no se le juzga por eso, sino por el éxito de sus resultados, "y nosotros tuvimos éxito", y nos llevamos una lección que nos ha acompañado siempre", porque, a todos en la vida "se nos puede caer el avión en cualquier momento, y cada uno tenemos una cordillera propia que atravesar".

La clave no es saber dónde estará la cumbre, sino sólo saber que "puedo caminar", que es lo que pensaban Parrado y Canessa en los 12 largos días de travesía. "No sabíamos dónde estaba la meta, el fin de la nieve, la civilización, sólo que teníamos que seguir caminando, porque cada paso era uno mas hacia el éxito, hacia la consecución del fin que perseguíamos", agregó.

Otra de las lecciones aprendidas es que "no sobreviven los más fuertes, sino los que quieren vivir, los que desean seguir viviendo, a los que le gusta vivir". Ellos tenían un compromiso con sus padres, con sus familias, que lloraban desesperados su pérdida y ese impulso en esa situación extrema les llevó a hacer todo lo posible por regresar con vida. Y lo consiguieron gracias al espíritu de superación humana, a la fuerza de querer seguir viviendo.

Cada día ideaban estrategias para ganarle tiempo a la montaña, a la desesperación de la espera y al rescate que, por fin, llegó. El éxito y el fracaso de todo, en la empresa y en la vida, es muy relativo: "no se trata de cuántas veces has caído; sino de las veces que puedas levantarte y continuar caminando. La resistencia depende de las ganas de seguir día a día andando, como en la montaña: en situaciones terribles el hombre descubre lo que es capaz de hacer y la grandiosidad que tiene en su interior".

"Sólo fuimos personas comunes y corrientes con el mismo potencial que el resto, pero que tuvieron que enfrentarse a algo que les obligó a superarse, nada más", concluyó. "Allí aprendimos que tenemos más de lo que necesitamos y que hacemos menos de lo que podemos", explicó, y que siempre, siempre, hay que seguir avanzando, caminar, aunque no se sepa dónde está la cumbre a la que queremos llegar: nunca quedarse en la "parálisis del análisis".

Para ello Canessa recorre el mundo con conferencias de este tipo, donde, dice, elimina todas las barreras que le separan del público --corbata, mesas, discurso aprendido, transparencias--, para tener un diálogo cercano, desde el corazón.