CIUDAD DE GUATEMALA, 4 Oct. (Reuters/Notimérica) -
Cientos de personas se encuentran velando este domingo a los fallecidos por un enorme alud que dejó bajo tierra este jueves por la noche a un barrio a las afueras de Ciudad de Guatemala. Mientras, los equipos de rescate han reanudado su trabajo, aunque han descartado hallar más supervivientes.
Hasta el momento, los equipos de rescate que trabajan en el barrio El Cambray 2, en el pequeño poblado de Santa Catarina Pinula, a 15 kilómetros de la capital, han recuperado 95 cadáveres de entre toneladas de tierra, árboles y escombros. Sin embargo, cerca de 350 personas permanecen desaparecidas, en una de las peores tragedias que ha sufrido el país centroamericano.
En una humilde casa de la Zona 14, una de las 23 en que se divide la capital, el pastor evangélico Reginaldo Gómez velaba a su nieto Andrés, de 4 años, en un pequeño ataúd forrado de tela satinada blanca y celeste con una foto del pequeño y flores a los costados. El pequeño pereció junto a su hermano y su madre en el alud, pero sólo ha sido encontrado su cuerpo.
"Podría ponerme rebelde y alegar contra el Gobierno. Pero también hubo irresponsabilidad nuestra, porque sabíamos que era un sitio peligroso", ha indicado Gómez, quien hace años perdió a sus dos hijos mayores en un accidente, lo que le despertó la fe y lo motivó a convertirse en pastor.
La montañosa Guatemala es de las naciones más vulnerables del mundo a los desastres naturales por las intensas lluvias y huracanes que afectan a su territorio; unos problemas que se ven agravados por la extendida pobreza, que lleva a muchos a vivir en zonas peligrosas.
Pese a que autoridades habían advertido hace tiempo del riesgo para el barrio El Cambray 2, fundado en 1999 al pie de una colina y cerca de un río, el asentamiento siguió creciendo en los últimos años mezclando casas de bloques de cemento con otras más inestables de madera y lámina de zinc.
Muchos no tenían dónde velar a sus muertos porque sus casas estaban semiderrumbadas o totalmente soterradas, por lo que las iglesias cedieron espacios para los velatorios y la Alcaldía y otros organismos donaron los ataúdes.
"Me siento afortunado, porque otras familias ni siquiera pueden llorar a sus muertos. Pero me gustaría encontrar a la mamá de mis hijas. Mi deseo es que mi familia quede completa y descanse completa", dijo Alejandro Escalante, de 45 años.
El hombre, quien trabaja como taxista, perdió a sus hijas María Fernanda y Massiel, de 23 y 22 años respectivamente, a su nieto Angel y a su ex mujer Gloria, cuyo cuerpo no ha sido recuperado. Amigos y familiares acompañaban al hombre, algunos hablando en los corrillos y otros tumbados en el suelo, entre sollozos y lamentos.
Algunas personas se salvaron porque se quedaron a trabajar hasta más tarde o salieron a tiempo de sus casas. "Escuchamos el estruendo y salimos corriendo de la casa con las niñas en brazos. Cuando vi la nube de polvo no me lo pensé y huimos de la zona. Ahora me pregunto si debería haberme quedado a ayudar a algunos vecinos, pero en ese momento solo pensaba en salvar a mi familia", narró Benedicto Cruz, un jardinero de 52 años que permanecía en un albergue con su esposa y sus tres hijas.
Unas 300 personas permanecen en albergues acondicionados por las autoridades. El Gobierno de México envió el sábado un equipo de apoyo integrado por efectivos del Ejército, la Marina, policías federales y funcionarios de Protección Civil con 16 perros para colaborar en las tareas de recuperación de cuerpos.