Por el director de la Fundación Carolina, Jesús Andreu Ardura
MADRID, 31 Mar. (Notimérica) -
Ya se ha convertido en un tópico referirse al brillante porvenir que les espera a las comunidades hispanas de Estados Unidos. Su peso demográfico -que se eleva por encima de los 54 millones de personas- y económico, de 1,5 billones de dólares en poder adquisitivo, está marcado por una tendencia al alza que hará que el país tenga un futuro (y seguramente un presidente) hispano.
Menos se conoce el pasado también hispano que se halla en los orígenes de la historia estadounidense. Así, el relato de la nación suele fecharse en 1620, con la llegada a la actual Nueva Inglaterra de los padres fundadores a bordo del Mayflower. Como mucho, la crónica se retrotrae unos años antes, a 1607, con el asentamiento de Jamestown, a donde en un principio deseaban llegar los Pilgrims.
Se trata en ambos casos de un enfoque estrictamente "anglo", que no solo ignora la fundación en 1565 (hace 550 años) de la primera ciudad de Norteamérica, San Agustín, sino que además propicia una lectura de la formación del país de este a oeste, en detrimento de otra interpretación, más que alternativa, complementaria: la que entiende su configuración de sur a norte.
Tal es la perspectiva que ha adoptado el profesor Felipe Fernández-Armesto en su último libro: Nuestra América: una historia hispana de Estados Unidos.
Entre sus páginas se encuentran numerosos datos que revelan el eco español y latino presente en su trasfondo histórico: la introducción del caballo, la implantación de la economía ganadera en el sureste del país, la huella de nuestra jurisprudencia en Arizona, California, Nevada, Nuevo México y Texas o el influjo del mito del héroe enmascarado -inspirado en la figura del bandolero Joaquín Murrieta- en la cultura popular estadounidense.
Por no hablar de la decisiva contribución económica y logística del Gobierno de España a la guerra de la independencia, impulsada desde París por el Conde de Aranda, en negociación con Benjamin Franklin.
No obstante, quizá uno de los mayores méritos de la obra de Fernández-Armesto consista en impugnar la visión de la inmigración latina como un peligro para la identidad del país.
Como es sabido, Samuel Huntington fue uno de los últimos intelectuales en alimentar esta amenaza, llegando a sostener que la "civilización latina" es distinta de la genuinamente occidental, basada en la ética protestante del trabajo.
Por descontado, es un dislate desligar Occidente de lo latino, esto es, de su raíz genealógica: la región italiana del Lazio (Latium) donde se ubica Roma y nació el latín.
Pero la clave actual reside en subrayar el perfecto encaje del catolicismo hispano y la lengua española en EEUU así como, por lo demás, recordar la impronta de la "cultura en español" en el idioma de la libertad, como demuestra que la palabra "liberal" se acuñase en nuestro idioma.
A estas alturas pocos dudan de la integración natural de los hispanos en un territorio consustancial a su filiación, cuando además se trata de un colectivo heterogéneo (adscrito a identidades múltiples) y disperso geográficamente por todo el país.
Con todo, su presencia continúa registrando un déficit a nivel de cargos decisores que no se corresponde con su relevancia en tanto consumidores y protagonistas crecientes de las estrategias comerciales y mediáticas.
Afortunadamente, en este contexto, el sector creativo constituye una vía privilegiada de crecimiento y visibilidad hispana, según se analiza en un reciente informe del Real Instituto Elcano: "Los latinos y las industrias culturales en español en EEUU". Ahí están, a título ilustrativo, los sucesivos éxitos cinematográficos de Cuarón, Iñárritu, etc.
Mucho dependerá en todo caso del apoyo que las empresas culturales allí radicadas reciban de Iberoamérica, incluyendo España, desde donde la Fundación Carolina llevamos 15 años impulsando las relaciones hispanas.
Y es que la construcción de una próspera comunidad "hispano-unidense" constituye un proyecto transnacional de todos los que nos sentimos comprometidos con la libertad y el pluralismo.