BOGOTÁ, 5 Jul. (Colprensa/Notimérica) -
Es una de las preguntas que más se hacen los colombianos y el resto del mundo cada vez que escuchan una noticia de un nuevo atentado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) hacia algún tipo de infraestructura del país. ¿Qué ganan con eso?.
El último ataque hacia una infraestructura fue el pasado miércoles en la zona rural de Tibú, al norte de Santander. Allí, la comunidad escuchó cuatro explosiones que se produjeron contra el oleoducto Caño Limón Coveñas. Se trata del atentado número 29 contra la infraestructura petrolera en lo que va de año solo en esa región de Colombia.
Dos semanas antes, en esa misma zona, otro atentado hizo que el río Tibú se contaminara de crudo. Algo similar ocurre en Tumaco, donde al menos 200.000 personas deberán esperar un mes para tener de nuevo agua potable, después de que un atentado de las Farc contra el oleoducto Trasandino generase un derrame de 410.000 galones de crudo que ha contaminado el río Mira, uno de los mayores desastres medioambientales en la región.
Visto así, entonces, ¿qué gana o qué pretende la guerrilla con estas acciones que finalmente perjudican a la población civil y al medio ambiente? Un analista político que pidió no revelar su nombre aseguró que, en sus viajes a La Habana, ha escuchado la que sería una de las motivaciones de los Farc para cometer los atentados: "pasarle factura" a cierto sector de la empresa privada que, según las Farc, no ha apoyado el proceso de paz.
"Ese es uno de los puntos que se mencionan en Cuba por 'debajo de cuerda', incluso por funcionarios del Gobierno. Las Farc, desde su lógica, estarían atacando a cierto sector de la empresa privada que ellos consideran no está apoyando el proceso de paz y que incluso ha hecho públicos sus cuestionamientos, apoyándose en el discurso uribista. Los ataques de las últimas semanas son una manera de decir: ¿no quieren el proceso de paz? Entonces miren lo que es la guerra. Es una lógica, por supuesto, repudiable".
El coordinador del Observatorio de la Fundación Paz y Reconciliación, Ariel Ávila, sin embargo, considera que en realidad son muchas más las 'razones' que tendría la guerrilla para actuar como lo ha venido haciendo.
En primer lugar, dice Ávila, las Farc parten del principio de que con un atentado a un oleoducto o a una torre de energía obtienen una gran visibilidad a muy bajo costo. "Es una forma de mostrar fuerza, aunque jamás piensan en los daños colaterales que generan como los graves daños al medio ambiente y el impacto en la comunidad".
Además, los atentados son también una manera de ejercer poder sobre las empresas petroleras para chantajearlas, exigirles el pago de vacunas a cambio de no atacarlas. En otras palabras, los ataques son para las Farc una manera rápida de presionar para recaudar fondos por vías ilegales.
"El otro punto que hay que tener en cuenta es que esta arremetida de las Farc demuestra que el cese unilateral del fuego si funcionó, a pesar de lo sucedido en Buenos Aires, Cauca, cuando en abril, en una acción de las Farc, murieron 11 soldados. Durante los cinco meses que duró el cese unilateral hubo 91 acciones armadas, 12 violatorias de la tregua. Sin embargo, en solo un mes y una semana del fin del cese al fuego, lamentablemente vamos en 259 acciones armadas. Eso también quiere decir que, pese a que muchos creen que las Farc están derrotadas militarmente y que por eso están negociando, no es tan cierto. Las Farc están débiles, pero no tanto como algunos piensan. Lo que está haciendo la guerrilla es responder a esa debilidad que algunos le atribuyen, pero con sus actos, en el fondo, lo que están demostrando es una ceguera política total", dice el analista.
Por otra parte, el director del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac), Jorge Restrepo, opina por su parte que las Farc consideran su estrategia legítima bajo las reglas de juego planteadas en el proceso de paz, dialogar en medio del conflicto.
"Esa es una palabra muy difícil de utilizar sobre todo en una confrontación armada como la que ocurre en el caso colombiano, pero es así. Los actos de la guerrilla son criminales, son repudiables, pero así es la guerra. Lo que estamos viviendo son las consecuencias de negociar en medio del conflicto. Ahora, ¿qué buscan ellos? Escalar la guerra, mantener la confrontación, como una forma de presionar al Gobierno para que las peticiones que buscan, se cumplan. Aunque no creo que logren fortalecerse en la mesa de negociación a través de la violencia".
El Procurador Alejandro Ordóñez, sin embargo, en reiteradas ocasiones ha manifestado que los atentados de las Farc de ninguna manera pueden verse como actos de guerra, sino como "graves violaciones al Derecho Internacional Humanitario" y el ejemplo más claro de ello es Tumaco, donde, debido a la contaminación del río Mira por el derrame de petróleo, las comunidades afro e indígenas ya presentan problemas respiratorios y afectaciones en la piel, además de que enfrentan otros problemas: falta de agua y de recursos para subsistir.
Por lo menos 7.000 familias dependen de la pesca en Tumaco, actividad suspendida desde el atentado.
Con ataques como aquel, entonces, lo que en realidad estaría evidenciando la guerrilla es debilidad y cobardía. Para las Farc, en todo caso, atentar contra un oleoducto es "golpear la confianza inversionista de Colombia". Por lo menos fue lo que aseguró Luis Eliécer Rueda, alias Matías Aldecoa, desde La Habana.
En lo que va del año, de hecho, se han registrado 49 ataques a la infraestructura petrolera del país, 39 de ellos solo en junio. En los últimos 30 años, además, y debido a los atentados de la guerrilla, se han derramado 4,1 millones de barriles de crudo en Colombia, "una de las tragedias ambientales más grandes en el mundo en toda la historia", advirtió Francisco José Lloreda, presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo.
Otra vez, entonces, la pregunta: ¿qué gana la guerrilla con ello? El profesor de la Escuela Superior de Guerra, Juan Pablo Gómez, tiene una teoría final: lo que está haciendo las Farc es presionar al Gobierno para decretar un cese al fuego bilateral, "algo que le convendría a la guerrilla para fortalecerse política y militarmente".