EL SALVADOR, 1 May. (Notimérica) -
Es diaria la salida de población centroamericana de sus países de origen a causa de los altos índices de inseguridad de dichos territorios, focalizando la problemática especialmente en el denominado 'Triángulo del Norte' --Guatemala, Honduras y El Salvador--.
De entre toda la población, cada vez son más las personas mayores y ancianos que se ven obligadas a abandonar sus hogares, e incluso sus familias, a causa de las constantes amenazas de muerte que reciben de las maras o pandilleros.
Uno de los casos lo relata la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) Margarita Ramírez, nombre ficticio, que se vio obligada a huir a México desde su hogar en El Salvador y en la actualidad se encuentra en calidad de refugiada en el país azteca.
Tal y como narra Margarita, "todo empezó un día tras escuchar fuertes golpes en la puerta de mi casa". Cuando entreabrió vio a varios miembros de la pandilla Barrio 18, que controlaba el barrio en el que vivía.
DUEÑOS DE LAS CALLES
La también conocida como 'Pandilla de la Calle 18' tiene presencia en los Estados Unidos, México, El Salvador, Honduras y Guatemala mayoritariamente. De la misma manera, sus principales rivales, la Mara Salvatrucha o MS-13, también opera en el Triángulo del Norte así como en el país azteca y en territorio estadounidense. Esto ha llevado a crear una espiral de violencia en el territorio que deja a su paso miles de muertos y desplazados, como lo es Margarita.
Los pandilleros acudieron a su casa preguntando por su hijo José, de 37 años. Como señaló la mujer a ACNUR, "desde hacía años mantenía una frágil paz con estos jóvenes, dándoles pan para así llevarme bien con ellos".
Y es que el oficio de Margarita era la venta de pan en un puesto ambulante en su ciudad natal, mientras su hijo era propietario de una pequeña tienda de ultramarinos. Éste, relata la anciana, "no había podido pagar el 'impuesto de guerra' que le exigían y ahora se escondía de los pandilleros en mi casa".
TEMORES INFUNDADOS
La imposición del pago de la tasa que describe Margarita es una de las características principales de las maras y pandillas. Tal y como indica la Oficina Federal de Investigación de los Estados Unidos, las maras son como "una empresa delictiva que tiene una estructura organizativa que no duda en el empleo de la violencia como instrumento para mantenerse".
Así, las víctimas de las maras saben perfectamente que las amenazas son reales. José y Margarita lo sabían y por eso aquel día, mientras ella mentía a los pandilleros sobre el paradero de su hijo, "mi hijo recorrió silenciosamente la habitación trasera, saltó por una ventana y huyó a todo correr por el callejón. Salió del barrio y nunca volvió", recuerda Margarita.
No se sabe si José permanece con vida o será otro refugiado como lo fue su madre en México hasta que consiguió que le otorgaran la nacionalidad. Inicialmente pudo acogerse al refugio debido al peligro que suponía su permanencia en su país de origen y a la inacción de las fuerzas de seguridad.
Los altos índices de corrupción institucional de varios países centroamericanos han hecho que la población civil desconfíe completamente de las autoridades, siendo ésta una de las causas por las que las listas de los pandilleros se engrosan.
Si no puedes con ellos, únete. Cientos de jóvenes en riesgo de exclusión y con situaciones vitales de dificultad, tanto económicas como en su ámbito familiar, deciden enrolarse en las filas pandilleras y maras para, en primer lugar, sentir lo que es la pertenencia a un grupo, pero también como método lucrativo y de seguridad.
En las últimas décadas las maras centroamericanas se han convertido en los brazos armados de los cárteles del narcotráfico, acrecentando los índices de violencia que ya de por si ejercían este tipo de organizaciones criminales y delictivas. Así mismo, la colaboración con las bandas representa la salida laboral de cientos de jóvenes que, si bien se enfrentan a una esperanza de vida corta, estarán de por vida ligados a su pandilla.
Además de todas las señas de identidad que asumen de por vida los pandilleros y mareros, como tatuajes faciales, la salida "no autorizada" de una mara supone, tal y como determina un informe de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), una sentencia de muerte.
De la misma manera, su reinserción en la sociedad representa dificultades añadidas ya que, una gran parte de ellos, han cometido delitos de sangre que, si no constan en su historial delictivo, sí en su memoria.
LAS HUÍDAS MÁS COSTOSAS
A pesar de la distancia que separa el nacimiento de Margarita con el de aquellos jóvenes que le aporrearon la puerta, ésta se vio obligada a coger una pequeña bolsa de ropa y, en plena noche, huir de su hogar. "En El Salvador vi a personas de mi edad que caían y morían. ¡Vives todo el tiempo con una enorme tensión!", dice Margarita.
Ahora, la anciana vive en un pequeño apartamento en México y ha empezado a estudiar con la ayuda de ACNUR, quien también le ofrece un subsidio económico que compensa el poco dinero que gana ayudando a cuidar al bebé de una familia vecina y como empleada del hogar en otra casa. Tal y como declara a ACNUR, "¡A los 72, me siento joven!".
Sin embargo, no todas las personas mayores obligadas a salir de su país por este tipo de motivos tienen la misma suerte que Margarita. Según indica a la misma organización Mark Manlu, representante de ACNUR en México, "comenzar desde cero en un nuevo país es muy difícil y más para una persona mayor o anciana ya que muchos de ellos son pilares de su familia y de su comunidad y otros se enfrentan a problemas particulares debido a enfermedades o al peso de los años".