CARACAS, 6 Feb. (Reuters/Notimérica) -
En la región de Roraima, compartida por Venezuela y Brasil, se encuentra una montaña de cumbre plana, conocida como tepuy y considerada sagrada por los indígenas pemones, que dejó perplejos a los exploradores del siglo XIX e inspiró la novela clásica 'El mundo perdido', y que atrae cada vez más aventureros modernos, lo que favorece el turismo, pero también incrementa su contaminación.
El Roraima, que alguna vez fue una meseta impenetrable para todos excepto para los pemones, ahora recibe cada año miles de excursionistas, que hacen el viaje de tres días a través de la sabana, atravesando ríos y cascadas y un estrecho sendero que sube un precipicio espeluznante.
Estas multitudes favorecen la industria del turismo, pero implican también la proliferación de basura indeseada en un paisaje prehistórico, poniendo presión a un ecosistema delicado. Además, se trata de un territorio sagrado para los indígenas y un símbolo espiritual para muchos otros venezolanos.
Féñiz Medina es un guía de 59 años, que lleva más de una década llevando a turistas hasta la cima del tepuy, y ha explicado que "antes era más solitario e inhóspito" y, aunque confiesa que le encanta todavía, "ahora hay demasiada gente", por eso, a veces "es caótico" y le desilusiona "un poco".
Entre 3.000 y 4.000 turistas escalan anualmente el Roraima, en comparación a unos pocos cientos de hace algunos años. Esto está creando filas para ascender durante las temporadas altas como Navidad y Semana Santa y, en ocasiones, deja las pocas cuevas en la parte superior atestadas de tiendas de acampar.
Los turistas extranjeros con más recursos llegan a la cima en helicóptero, especialmente los japoneses. "Es un lugar muy exótico y queda muy lejos, lo que lo hace muy costoso y atractivo", ha explicado el ex diplomático japonés Edo Muneo, de 68 años, quien al igual que otros japoneses tuvo que superar un examen físico antes de dejar Japón camino al Roraima.
"CASAS DE LOS DIOSES".
En lengua pemón, estas montañas de cima plana que se expanden al sureste de Venezuela cerca de la frontera con Brasil, se conocen como "tepuyes" o "casas de los dioses". Justo al lado del Roraima, emerge Kukenan, otro tepuy, mal considerado por los pemones ya que sus ancestros se suicidaron lanzándose desde él.
Fuera de temporada, ambas montañas tienen el aura pacífica propia de una de las formaciones geológicas más antiguas del mundo. En la vasta planicie del Roraima, rocas extrañas y retorcidas, formadas cuando los continentes de América y África se separaron, juegan con los sentidos, animados a la luz del sol, fantasmales en la niebla.
En la novela clásica del británico Arthur Conan Doyle 'El mundo perdido' (1912), los dinosaurios atacan a un grupo de exploradores en medio de las rocas y pantanos de fantasía. En la actualidad, los viajeros pueden ver ranas negras, libélulas y tarántulas únicas en Roraima, además de una variedad de plantas endémicas que se aferran a las grietas y hendiduras.
Algunos amantes del Roraima quieren que el Gobierno, los operadores turísticos y los líderes pemones se unan para elaborar reglas que limiten el número de exploradores diarios a unas pocas decenas. También les gustaría ver una aplicación más estricta de las normas que aseguren que los visitantes y porteadores, que la mayoría contrata para cargar su equipaje, recojan toda su basura.
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