TEGUCIGALPA, 22 Oct. (Notimérica) -
La 'caravana de migrantes', como se ha denominado a las miles de personas que están tratando de alcanzar tierras estadounidenses desde el pasado 12 de octubre, cuando salieron de la ciudad de San Pedro Sula (Honduras), refleja una vez más el reclamo de auxilio de los ciudadanos centroamericanos.
A pesar de que no hay cifras oficiales exactas, organizaciones sociales estiman que el grupo está conformado --o lo estaba durante los primeros días de marcha-- por 2.000 personas adultas, así como adolescentes y menores, algunos de ellos sin acompañante, un fenómeno tristemente frecuente en los movimientos migratorios centroamericanos. Conforme han adelantado en el camino, se cree que las cifras han podido incrementarse.
El objetivo de todos ellos es solicitar asilo en Estados Unidos y huir de la violencia en Honduras (por la presencia y amenaza constante de maras y pandillas) y de la crisis económica que afecta a nivel nacional. La caravana se dirige hacia el norte a pesar del rechazo de Trump y de los mensajes en los que amenaza a Honduras, Guatemala y El Salvador con retirar las ayudas económicas si sus gobiernos no hacen lo necesario para cesar estos movimientos de población.
Asimismo, los migrantes han preferido arriesgarse a verse afectados por las políticas anti-inmigración de Estados Unidos, polémicamente criticadas por la separación de miembros menores de sus progenitores en la entrada del país o por las circunstancias físicas en las que se encuentran todos ellos una vez son detenidos, como la estancia de estos migrantes en 'jaulas' con bajas temperaturas.

Ante la amenaza de Estados Unidos, tanto Guatemala como México, países de tránsito para esta caravana, advirtieron de que sería necesario que los migrantes presentaran los documentos migratorios correspondientes, y el país azteca reforzó su frontera sur con un fuerte contingente de decenas de policías federales, militares y agentes de Migración en Tapachula (en el estado de Chiapas, fronterizo con Guatemala), un hecho aplaudido por Donald Trump.
Por su parte, el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, hizo una comparecencia pública en la que pidió a los hondureños que forman parte de la caravana que desistan de sus intentos de llegar a Estados Unidos. "Hay vidas de por medio y hoy están en peligro (...). Los hondureños no deben prestarse a ese juego político que es inhumano y condenable", dijo el mandatario, señalando a "grupos interesados en desestabilizar el país" como responsables de la migración irregular, recoge 'BBC Mundo'.

Los esfuerzos de contener la caravana por parte estos gobiernos han sido muy cuestionados, pues, como señalan a 'BBC Mundo' desde la organización civil Pueblo Sin Fronteras, "vemos con preocupación la respuesta de los gobiernos a esta crisis humanitaria que ellos mismos han sido responsables de crear. Es un ataque a las personas forzosamente desplazadas". Por su parte, el presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, anunció que a partir del 1 de diciembre --cuando se inicia su mandato--, se entregarán visas de trabajo a los centroamericanos que quieran permanecer en el país azteca.
La ya de por si complicada situación de los migrantes se incrementa con el paso de los días. El frío, la lluvia, el hambre y el cansancio se acumulan en sus cuerpos y la desesperación es mayor, casi mayor que la esperanza de llegar. Aunque no por ello han cesado en su empeño. Continúan su marcha hasta que son parados por los oficiales de migración apostados en los pasos fronterizos. La desesperación por no poder seguir hizo que muchos de los migrantes optaran por desviarse y entrar por zonas sin vigilancia, como cruzando ríos.

"Que nos dejen pasar, solo eso pedimos", recogen testimonios de la 'BBC'. "Si los salvadoreños piensan que nos vamos a llevar algún poquito de tierra, en la salida nos sacudimos la planta de los pies y que les quede la tierra ahí", decía al medio británico uno de los migrantes parado en el puerto fronterizo de El Amatillo, entre El Salvador y Honduras. Este y muchos otros acudieron finalmente al río Goascorán, de gran caudal. Con algunas sogas atadas, y con un hombre sujetando cada extremo de ellas, los migrantes fueron guiándose contracorriente con las sogas.
Aquellos que se atrevieron a cruzar las aguas consiguieron atravesar El Salvador y llegar a Guatemala. En el lugar volvieron a repetirse escenas de desesperación de miles de migrantes que, agotados y hambrientos, mantienen el empeño de llegar hasta Estados Unidos en busca de una vida mejor. El pasado viernes, cientos de ellos saltaron la valla que separa el control fronterizo entre Guatemala y México en Tecún Umán, llena de agentes de seguridad que esperaban a los migrantes, quienes tenían ordenes de no dejar pasar a ningún migrante irregular.

Tras horas de tensión y de mucho calor, la multitud pasó el primer cordón policial guatemalteco y llegó hasta el puente Rodolfo Robles sobre el río Suchiate que une ambos países. La tensión y el nerviosismo se incrementaba, y los agentes mexicanos comenzaron a utilizar gases lacrimógenos para dispersar a la caravana. "Algunos, los hombres más jóvenes, se tiraron del puente desde varios metros de altura. Cayeron al río y fueron rescatados por balseros", explicaba la corresponsal de la 'BBC' en el lugar. Comenzó una lluvia de piedras que dejó a varias personas heridas.
Según las autoridades mexicanas, se pactó con la caravana una "entrada ordenada" en grupos de entre 50 y 100 personas, a las que se examinaría, pero este hecho no se cumplió por parte de los migrantes, que entraron "por la fuerza" al país. "Ayer viernes ingresaron cerca de 300 y hoy sábado ya tenemos más de 80", decía a 'BBC Mundo' el Comisionado Nacional de Seguridad de México, Renato Sales Heredia. A partir de ahí, y mientras permanecen en albergues, podrán comenzar a solicitar el asilo o el paso temporal.

Se calcula que este fin de semana había 3.000 migrantes varados en la frontera entre Guatemala y México, esperando bajo el sol y con altas temperaturas, sin agua y sin sanitarios. Algunos de ellos han optado por pasar a través del río Suchiate, frontera natural entre Guatemala y México, algo muy peligroso dada la anchura y el gran caudal de las aguas de este río por las intensas lluvias de los últimos meses. Nadando, en balsa o con cuerdas, los migrantes tratan de llegar hasta México, el último paso antes de llegar al límite con Estados Unidos.
Ahora, migrantes de la caravana caminan en bloque --se calcula que unos 5.000-- por la carretera entre Ciudad Hidalgo y Tapachula, en Chiapas. Estos son los que decidieron cruzar por el río Suchiate, pues otros muchos permanecen varados en el puente o en albergues designados por las autoridades mexicanas. A su paso, algunos mexicanos han salido a darles alientos, comida y agua, cuenta el diario británico. "Ya estamos en México, no vamos a parar", repiten los migrantes.