JUCUAPA (EL SALVADOR), 18 Abr. (Reuters/Notimérica) -
Frente a una ola de homicidios récord en El Salvador, con más muertes por año que durante la guerra civil, y una economía renqueante que obliga a decenas de miles de personas a emigrar cada año, los habitantes de Jucuapa han encontrado un inesperado salvavidas: los ataúdes.
En el pequeño municipio, de 18.000 habitantes y a 116 kilómetros al este de San Salvador, existen 18 talleres registrados que fabrican ataúdes y cada vez más gente deja los poco rentables negocios tradicionales del café y la agricultura para dedicarse al negocio mortuorio.
"Aquí ha habido un crecimiento de talleres por la misma situación económica", explica César Cruz, de 36 años, quien administra el taller de su padre.
"Es el área que más empleo genera aquí", agregó el empresario, que ahora cuenta con 16 trabajadores y realiza unos 40 envíos semanales a todo el país.
La industria de los féretros en Jucuapa abarca toda la cadena de producción: desde aserraderos hasta carpinteros, decoradores, tapiceros transportistas y vendedores de sala en las funerarias.
Los precios, dependiendo de los materiales y de la elaboración, están entre los 100 dólares y 1.200 dólares.
La tasa de asesinatos en El Salvador se disparó un 70 por ciento el año pasado y superó a las de la guerra civil que abarcó la década de 1980 y parte de la de 1990, cuando el enfrentamiento entre la guerrilla izquierdista y el Ejército financiado por Estados Unidos dejó más de 75.000 muertos y 8.000 desaparecidos.
Según cifras oficiales, hubo 22 homicidios al día en el primer trimestre de 2016, que las autoridades atribuyen en su mayoría a la guerra entre las violentas pandillas conocidas como 'maras', cuyos 80.0000 miembros se disputan el control de la venta de drogas, la extorsión y el crimen.
Cualquier día de la semana, las angostas calles de Jucuapa se ven desbordadas por camionetas que cargan los ataúdes para repartirlos en las funerarias de todo el país e incluso al extranjero.
"Haya o no homicidios, siempre se trabaja porque cajas (ataúdes) siempre salen para otros países como Honduras y Guatemala", admite José Flores, que lleva cinco de sus 24 años en el negocio y gana 15 dólares por ensamblar cada ataúd.
Pero la demanda local sigue en ascenso y el año pasado la tasa de homicidios en El Salvador llegó a 103 homicidios por cada 100.000 habitantes, o más de 1 por cada 1,000 personas, la que podría ser la más alta del mundo, según Naciones Unidas.
El Gobierno de Salvador Sánchez Cerén tiene problemas para financiar planes de seguridad y ha centrado sus esfuerzos en aislar y controlar a los más de 15.500 pandilleros encarcelados en 13 prisiones, desde donde siguen dirigiendo sus actividades criminales.
La violencia le costó al empobrecido país centroamericano unos 4.000 millones de dólares en 2014, lo que supone un 16 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB). Las funerarias son de las pocas industrias que se benefician de este flagelo y muchos en el sector preferirían que el negocio no fuera tan bien.