Frenar la corrupción, garantizar la gobernabilidad y recuperar el crecimiento económico, las prioridades
RÍO DE JANEIRO, 31 Dic. (Notimérica) -
Dilma Rousseff sube este 1 de enero la rampa del Palacio del Planalto y se convierte formalmente en presidenta de Brasil por otros cuatro años, en los que tendrá por delante complicados retos, el más urgente de ellos atajar la grave crisis de corrupción que afecta a Petrobras y a su propio partido.
La Operación Lava Jato está desvelando desde el pasado mes de marzo innumerables detalles sobre las tramas corruptas que asolan a la mayor empresa pública de Brasil, y aunque Rousseff no está directamente implicada es mucha la presión que soporta por haber sido presidenta del Consejo de Administración mientras se desviaban millones de reales y se hinchaban deliberadamente los presupuestos.
Varios ministros de su Gobierno y senadores de su partido han sido citados por delatores como el ex director de Abastecimiento Paulo Roberto Costa.
Además, la presidenta de Petrobras, Graça Foster, es una apuesta personal de Rousseff, que ya ha confirmado que la mantendrá en el cargo, a pesar de las recientes denuncias que apuntan que fue avisada de las irregularidades que se estaban cometiendo y no tomó ninguna medida.
Lo que sí prometió Rousseff hace unos días es reformar el Consejo de Administración de la petrolera, aunque no concretó cómo, pues alegó que quería tener a su Ministro de Minas y Energía.
Una vez nombrado Eduardo Braga en el cargo, la presidenta ya puede llevar a cabo los cambios que considere necesarios en Petrobras, aunque deberá esforzarse también en que la compañía recupere su credibilidad y deje de ahuyentar a los inversores.
Otro reto que la presidenta tiene por delante es apaciguar a su partido y a su base aliada, que ya ha expresado su descontento con el reparto de poder de los ministerios.
El Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB), su principal formación aliada, tendrá seis ministerios --uno más que en el anterior mandato-- pero aún así considera que debería tener carteras de mayor peso político.
UN CONGRESO FRAGMENTADO.
Además, las tensiones entre el PT de Rousseff y el PMDB también se trasladan al Congreso, donde ambos partidos luchan por colocar a su presidente.
El PMDB quiere mantener a Eduardo Cunha, pero el PT ya ha avanzado que intentará que el diputado Arlindo Chinaglia le quite el puesto.
Para Rousseff contar con un presidente del Congreso que defienda sin fisuras sus intereses sería clave, pues hay que recordar que la presidenta ganó las elecciones más ajustadas de la historia de Brasil -obtuvo el 51,6% de los votos-- y el principal partido de la oposición, el conservador Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) de Aécio Neves, está muy preparado.
Para sacar adelante sus proyectos el Gobierno de Rousseff se enfrentará a una Cámara de los Diputados más fragmentada y más conservadora que nunca, puesto que han aumentado notablemente los diputados evangélicos, ruralistas o militares, según dio a conocer un estudio del Departamento Intersindical de Asesoría Parlamentar.
Precisamente el punto estrella de su programa, la reforma política, que Rousseff prometió tras las masivas protestas de junio de 2013 y que prevé un gran plebiscito popular, quizá tenga que aparcarse por los difíciles equilibrios en el Congreso.
Esa reforma para cambiar del sistema político brasileño a priori prevé, entre otras cosas, acabar con el financiamiento empresarial de las campañas electorales y evitar la proliferación de pequeños partidos, pero paradójicamente éstos dominan el Congreso y no pondrán facilidades para que el proyecto salga adelante.
REMONTAR LA ECONOMÍA
Otro de los desafíos de Rousseff para este año es que la economía remonte. Según el Banco Central de Brasil 2014 cerrará con un crecimiento del PIB exiguo, cercano al 0,2%, y no está previsto que haya una mejora radical.
El nombramiento del liberal Joaquim Levy como ministro de Economía fue celebrado por los mercados financieros, que pedían una figura de perfil poco intervencionista y que llevase a cabo reformas de calado.
Sin embargo, desde los sectores más izquierdistas del PT y de la sociedad civil existe el temor de que el equipo económico de Rousseff lleve a cabo políticas que para mejorar los datos macroeconómicos acaben perjudicando a las clases trabajadoras y obliguen a recortes en programas sociales.
Rousseff tendrá que combinar ambas opciones, tal como prometió en la campaña electoral. "Nosotros combatimos la crisis sin generar desempleo", solía repetir.
El freno a la corrupción, la reforma política, la gobernabilidad y el crecimiento económico son sólo algunos de los retos que deberá afrontar Rousseff de cara a los próximos cuatro años.
En 2018 el PT ya llevará 16 años en el poder y ella, con ocho a sus espaldas, no podrá volver a presentarse, por lo que a medio plazo otro desafío será encontrar a un sucesor. Su padrino y mentor político, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, ya ha dicho que a él no le importaría repetir.