Su protagonismo en la trama que ha esquilmado Petrobras le ha hecho muy popular
RÍO DE JANEIRO, 15 May. (Notimérica) -
El juez Sérgio Moro, que coordina las investigaciones de la Operación Lava Jato, se ha convertido en una figura muy popular a pesar de su absoluta discreción: para muchos es un héroe anticorrupción por mandar a prisión sin contemplaciones a decenas de empresarios y directivos de Petrobras; para otros encarna el temor de que el escándalo de corrupción salpique de lleno al Gobierno de Dilma Rousseff.
La Policía Federal y el Ministerio Público Federal son los encargados de reunir las pruebas para que Moro valore, desde su oficina en Curitiba, quién debe ser detenido. En un principio Moro fue criticado desde el entorno del Partido de los Trabajadores (PT), que le acusaba de filtrar las declaraciones de algunos detenidos en las que el Gobierno salía mal parado justo en plena campaña electoral. El juez siempre lo negó y de hecho la mayoría consideran ahora que ha sido un acierto que optara por dar beneficios penitenciarios a cambio de información.
Gracias a esta decisión, el cambista Alberto Yousseff y el ex director de Abastecimiento Paulo Roberto Costa -los dos principales cabecillas de la trama-- han ido tirando de la cuerda al acusar con sus testimonios a decenas de empresarios y a 28 políticos de prácticamente todos los partidos del arco parlamentario.
Sus confesiones, por ejemplo, permitieron la detención del tesorero del PT, João Vaccari Neto, acusado de desviar dinero sucio de Petrobras para financiar la campaña electoral de Rousseff en 2010, y del ex director Internacional de Petrobras, Renato Duque.
El otro movimiento táctico clave en la gestión de Moro está en el hecho de que primero ha perseguido a ejecutivos de las empresas que trabajan con Petrobras, para acumular todas las pruebas posibles y luego pasar a investigar a los políticos.
Pero el 'estrellato' de Moro tiene fecha de caducidad. Cuando diputados y senadores sean citados formalmente en la investigación Moro perderá el control del caso, ya que por su condición de aforados tienen el privilegio de ser juzgados ante el Tribunal Supremo Federal, con sede en Brasilia.
Mientras llega ese momento Moro sigue trabajando desde su despacho en Curitiba, ciudad del sur del país que el Movimiento Brasil Livre (MBL), --que pide el 'impeachment' de Rousseff y organizó protestas multitudinarias contra la presidenta-- bautizó como "capital brasileña del rescate moral".
Moro, de 42 años y dos hijos, estudió Derecho en su localidad natal, Maringá, y completó su formación en la Universidad de Harvard. Pronto se especializó en crímenes financieros y entre 2003 y 2007 supervisó el que todavía es el mayor caso de lavado de dinero de Brasil, el Banestado, con 28.000 millones de dólares, y 97 personas condenadas. Una de ellas fue Yousseff, que reincidió y ahora es uno de los presos más conocidos de la Operación Lava Jato.