MADRID, 4 Jul. (Notimérica) -
El Primer Congreso Nacional de Chile fue convocado para decidir la mejor forma de gobierno para el país. El Congreso, inaugurado el 4 de julio de 1811, es uno de los más antiguos de América Latina. Se inauguró mientras Fernando VII se encontraba en manos de Napoleón Bonaparte y el régimen que se buscaba era provisional hasta su vuelta.
Los 'radicales' o 'patriotas' recibieron la hegemonía del Congreso, inicialmente moderado, tras el golpe de Estado efectuado el 4 de septiembre. Las reformas llevadas a cabo por los patriotas fueron, entre otras, la 'ley de libertad de vientres' que radicaba en la libertad de los hijos de esclavas --hasta esta ley, los hijos de esclavas eran propiedad del señor de su progenitora--.
Otras medidas que se comenzaron fueron la base para posteriores reformas como la reforma de la educación que no se llevó a término pues se clausuró el Congreso antes de redactar la Constitución necesaria para ello.
La 'Primera Junta Nacional de Gobierno de Chile' --el cabildo abierto de la ciudad de Santiago-- se convocó con la finalidad de administrar a la Capitanía General de Chile y tomar medidas para la defensa de la colonia española tras la captura del rey. La oficialmente llamada 'Junta Provisional Gubernativa del Reino' fue la primera institución autónoma surgida desde la conquista española. Los partidarios de la independencia aprovecharon esta época para fomentar las reformas del proceso de emancipación.
Esta 'Primera Junta Nacional de Gobierno', instalada el 18 de septiembre de 1810, fue elegida únicamente por los habitantes de Santiago de Chile. Algunos cabildos de otras provincias ya se habían realizado otras elecciones para seleccionar diputados. El cabildo de Santiago propuso en octubre una serie de reglas para la elección, aplicables a electores y candidatos.
La Junta discutió la convocatoria del Congreso hasta que, nuevamente, el cabildo insistió y consiguió en diciembre --gracias a la enérgica proclama de José Miguel Infante-- la aprobación del 'texto de convocatoria', inspirado en la convocatoria de España a las Cortes de Cádiz.
Los diputados elegidos debían ser un total de 42, cada uno con su respectivo suplente. Curas, subdelegados y oficiales veteranos no podían ser elegidos dado que sus empleos requerían residencia. Los cabildos eran los responsables locales de elegir a quienes votasen, revisar el proceso y verificar los resultados. Al abrir esta posibilidad de elegir el electorado ya se planteó el sufragio universal, aunque no prosperó.
El escepticismo fue generalizado ante el proceso electoral, debido a que Chile se regía en última instancia por un monarca cuyo poder procedía del derecho divino. El cabildo procuró influir en los vecinos mediante el clero y, aunque el obispo de Santiago remitió un documento en pro de las elecciones, el clero se dejó influir.
Las provincias empezaron a votar, allí diversos partidos comenzaron a posicionarse en pro o en contra de la revolución. Por sesgo, una corriente era la de los radicales o exaltados y la otra la de los moderados, siendo esta segunda la del cabildo de Santiago.
Uno de los hechos reseñables durante las elecciones de Santiago fue el Motín de Figueroa, el cual fue sofocado y su artífice condenado a muerte.
Tras las elecciones de abril, la apertura del Congreso se fijó el cuatro de julio. Diputados, vocales de la Junta, miembros del cabildo y del nuevo tribunal de justicia, entre otros participaron en un acto solemne antes de dar inicio al Congreso. En este acto, el sacerdote Camilo Henríquez exhortó a los presentes a guardar "los principios de la religión católica, relativos a la política" que "autorizan al Congreso Nacional de Chile para formarse una Constitución".
En segundo lugar, el cura puso en valor los derechos del Estado chileno y por último, los deberes de los representantes del pueblo que allí se encontraban.
Los miembros del primer Congreso de Chile juraron la defensa de la Religión Católica, obediencia a Fernando VII y proteger el reino de todos sus enemigos.
El presidente de la Junta, Juan Martínez de Rozas, tomó la palabra dentro de la sala del nuevo Congreso para solicitar que esta cámara trabajase con justicia y conciencia. Tras el discurso de Martínez, los miembros de la Junta renunciaron a sus cargos, residiendo desde entonces plenos poderes en el Congreso.
José Antonio Ovalle, debido a que era el más anciano, se responsabilizó de la presidencia. El cuerpo legislativo estuvo finalmente formado por 26 diputados --y los 26 suplentes que correspondían-- representantes de los pueblos que les habían elegido.