NUEVA YORK, 10 Feb. (Notimérica) -
"Los suicidios políticos son tan comunes en Argentina que una palabra especial fue inventada para ellos", así comienza el diario estadounidense 'The New York Times' su editorial de este martes, que tiene un título directo y acusador: "Cómo Argentina 'suicida' la verdad" y lo firma el periodista y escritor argentino Uki Goñi.
"Pregunta a distintas personas en Buenos Aires y no estarán de acuerdo sobre si el fiscal federal Alberto Nisman fue asesinado o se suicidó. Pero todos estarán de acuerdo en que el señor Nisman fue 'suicidado', la última víctima de un poder oscuro que con siniestra regularidad vomita cadáveres en esta nación dividida", continúa Goñi.
El periodista y escritor, nacido en Estados Unidos aunque de nacionalidad argentina (por ser hijo de un diplomático del país latinoamericano), que vive actualmente en Buenos Aires, es autor de varios libros de concienciación política, como 'Perón y los alemanes' (Sudamericana), sobre la colaboración de Argentina con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, y 'El Infiltrado. La verdadera historia de Alfredo Astiz' (Sudamericana), sobre la "desaparición" de las primeras Madres de Plaza de Mayo.
El registro histórico "no presagia nada bueno en el caso Nisman", continúa Goñi, y repasa casos parecidos como el de Juan Duarte y el de Héctor Febres, recordando que la jueza a cargo de la investigación de la muerte de Febres fue Sandra Arroyo Salgado, entonces casada con Nisman.
Duarte estaba relacionado con escándalos de corrupción y era sospechoso de haber participado en el intercambio de fondos nazis con Argentina, Duarte fue hallado -como Nisman- solo y con una bala en su cabeza.
Febres era un oficial encargado de la sala de maternidad de la Escuela de Mecánica de la Armada en Buenos Aires, que se convirtió en un campo de muerte para cientos de prisioneros políticos durante la dictadura militar de 1976-1983 y fue hallado muerto en su celda por envenenamiento en 2007. Muchos creen que fue asesinado para silenciarlo por los crímenes contra derechos humanos por los que estaba llamado a juicio.
Por su parte, Nisman murió el día antes de su audiencia ante el Congreso en la que iba a sustanciar sus cargos contra la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, por conspirar con Irán en el caso AMIA.
Muchas veces, "una sola muerte no es suficiente para cubrir la corrupción y criminalidad de Argentina", como manifiesta la explosión que tuvo lugar en Río Tercero, el 3 de noviembre de 1995, en la que murieron siete personas, cientos fueron heridas y se devastaron grandes áreas. Entonces, algunos creyeron que la explosión pretendía ocultar las pruebas de que el Gobierno había vendido armamento a Ecuador y Croacia.
La intimidación a jueces y oficiales es rutinaria. Sólo el mes pasado, el juez Claudio Bonadío, que estaba a cargo de la causa contra la presidenta por irregularidades en un negocio hotelero que dirige, recibió una amenaza de muerte a través de carta.
El problema de Nisman es que trató de revelar "un mundo de subterfugios del poder que nunca se había sido expuesto con tanto detalle". Su presagio, "sé que puedo salir muerto de esto", se cumplió: Nisman murió o "fue suicidado".
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