MADRID 8 Jul. (EUROPA PRESS) -
Hasta 1.000 millones de personas podrían verse en situación de inseguridad alimentaria, una cifra nunca vista, debido al impacto que la pandemia de COVID-19 podría provocar en países cuyos sistemas ya están debilitados por los conflictos, la crisis climática y la pobreza, según ha alertado Acción contra el Hambre (ACH).
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) estima que el impacto de la pandemia puede empujar a la inseguridad alimentaria grave a otros 135 millones de personas. Esta cifra se añadiría a los 821 millones de personas que ya se encontraban en esta situación, sin tener garantizado su sustento, en 2019, de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
"La situación está empeorando en muchas partes del mundo, donde nuestros equipos están interviniendo. Tememos alcanzar en un futuro próximo la cifra sin precedentes de 1.000 millones de personas que padecen hambre", ha reconocido el director general de ACH, Olivier Longué.
La ONG ha advertido de que las restricciones de movimientos y los cierres de fronteras y mercados adoptados para prevenir la propagación del virus han tenido un fuerte impacto en los medios de vida de muchas personas, ya de por sí frágiles, lo que ha disminuido el poder adquisitivo de las familias.
Además, se ha producido una reducción general del acceso a los servicios básicos y el comercio, lo cual ha afectado al suministro y la disponibilidad de alimentos, y ha generado la inestabilidad de los precios, que han registrado subidas considerables en muchos países.
ACH ha llamado en particular la atención sobre la "preocupante" situación en África occidental y central, donde 19 millones de personas están en riesgo de padecer inseguridad alimentaria entre junio y agosto de 2020 debido a la crisis actual, los conflictos y los problemas estructurales que padece la región. Según algunas estimaciones, estas cifras podrían alcanzar los 50 millones por el impacto de la COVID-19.
FORTALECER LOS SISTEMAS DE PROTECCIÓN
Por todo ello, ha subrayado el director de incidencia y relaciones institucionales de ACH, Manuel Sánchez-Montero, "todos los países deberían fortalecer sus actuales sistemas de protección sanitaria y social, además de replantearse los modelos agrícolas".
"Es fundamental desarrollar prácticas sostenibles, como la agroecología, y apoyar a los mercados locales para garantizar una alimentación accesible, segura, asequible y nutritiva para todas las personas", ha defendido.
En este sentido, la ONG ha identificado algunas acciones inmediatas que se pueden adoptar para impedir que el hambre aumente en el mundo. En primer lugar, ha apostado por que se apoye el llamamiento de Naciones Unidas para un alto el fuego en todas las zonas y países en conflicto.
Asimismo, ha apostado por que se asegure la integridad y movilidad del personal médico y humanitario y se levanten las restricciones administrativas y operacionales para poder responder a la emergencia. También ha considerado necesario que se refuerce el diálogo entre civiles y militares.
Ha defendido igualmente que se asegure la financiación de la respuesta desde un enfoque participativo, donde las comunidades lideren las estrategias para hacer frente a la crisis, y que se apoye la compra y el suministro de equipos y materiales de protección, además de las vías y canales de distribución. Todo ello, ha resumido ACH, "en aras de garantizar el acceso a la ayuda humanitaria".
"El objetivo es apoyar la respuesta a la actual crisis humanitaria desatada por la COVID-19 y mitigar a la vez los futuros riesgos en términos de seguridad alimentaria en el caso de que una nueva pandemia sobreviniera", ha remachado la ONG en su comunicado.