RÍO DE JANEIRO, 23 May. (Notimérica) -
El alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes (Partido del Movimiento Democrático de Brasil, PMDB) tiene ante sí la ingente tarea de preparar la ciudad para los Juegos Olímpicos de 2016. Unos Juegos que prometen cambiar para siempre el rostro de la ciudad, con 38.200 millones de reales de inversión (12.600 millones de dólares) -la mayoría de fondos privados- que se destinarán sobre todo a unas obras de infraestructura que pretenden coser la ciudad para disminuir las desigualdades.
El legado es la mayor obsesión de Paes, que asegura que se mira constantemente en el espejo de Barcelona. Mientras tanto, los cariocas conviven con una ciudad patas arriba que se prepara a toda prisa para el 5 de agosto del año que viene, cuando la llama olímpica se encienda en el estadio de Maracaná ante los ojos de medio mundo.
Notimérica: Falta un año y dos meses para los Juegos Olímpicos. ¿La ciudad está preparada?
Eduardo Paes: Lo primero es que tiene que haber un 'fair play' con Río, cuando hablamos de las Olimpiadas las personas no pueden pensar que van a llegar y se encontrarán Londres, Madrid, Barcelona, Tokio o Chicago. Río, desde el momento de la conquista de las Olimpiadas hasta la entrega de las Olimpiadas, se tiene que comparar consigo misma. Si Río se compara con Londres apaga y vámonos.
N: Siempre ha dicho que su modelo es Barcelona, y el ex alcalde Pasqual Maragall, un referente.
E: ¿Por qué? Mi Olimpiada modelo es Barcelona '92, yo estuve después de que nos adjudicaran los Juegos ara intentar entender qué es lo que Barcelona había hecho, dónde había acertado para transformar tanto la ciudad. He oído decir que la Olimpiada de Río proporcionalmente será más transformadora para la ciudad de lo que fue la Olimpiada de Barcelona para Barcelona.
No estoy diciendo que nos vamos a convertir en Barcelona. No estamos en Europa, no estamos en España, no estamos en la costa mediterránea. Estamos en Brasil, país de América del Sur con las desigualdades y los problemas que usted conoce.
Si coges Barcelona lo que era y Río lo que era, la transformación es mayor aquí. Barcelona tenía un modelo desde el inicio, que es lo que me dijo Maragall: hay dos tipos de ciudades; las que sirven a los Juegos y las que se sirven de los Juegos.
España usó muy bien el Mundial del 82 y las Olimpiadas, para demostrar que era un país nuevo, moderno, desarrollado, capaz, que finalmente entraba en Europa. Brasil al revés, tenía una fama buena, trajeron el Mundial y alguna cosa falló. En Barcelona los hombres que estaban allí usaron aquello como armamento para hacer todo lo que la ciudad necesitaba.
N: ¿Qué estamos haciendo aquí? Para hacer unos Juegos no hacía falta derribar la Perimetral y abrir el puerto, ni hacer un tranvía en el centro, ni ampliar el metro, no hacía falta acabar con las inundaciones en Praça da Bandeira.
E: ¿Barcelona no hubiera podido hacer las Olimpiadas sin revitalizar la zona portuaria? Claro, hacías un estadio, arreglabas un poco la ciudad y ya está, no hay ninguna diferencia. Barcelona siempre fue un modelo. Maragall me aconsejó mucho: enfréntate a estos tipos, enfréntate. Entre la ciudad y los Juegos, la ciudad.
Ahora creo que estamos en un momento en que a pesar de la proximidad y del estrés y de la cantidad de cosas que estamos haciendo está todo dentro del plazo, los equipamientos deportivos están en el plazo, ahora el COI reconoce eso, las obras de legado están en el plazo, pero siempre hay una tensión, ahora hay una medio huelga, pero con muy poco seguimiento.
N: La situación ha mejorado mucho en los últimos meses, pero hace justo un año las obras estaban tan atrasadas que surgieron incluso rumores de que el COI estaba barajando como alternativa de urgencia que los Juegos se celebrasen en Londres. ¿Cree que existe algún tipo de prejuicio desde el extranjero con la capacidad de Brasil para organizar unos Juegos?
E: No, no creo. Barcelona estuvo súper amenazada con que le quitaran los Juegos, yo ya estaba preparado para estas amenazas. A veces creo que la prensa cae de lleno en estas amenazas y es usada para atender otros intereses que no son de las Olimpiadas. No creo que haya un prejuicio, lamentablemente la historia brasileña no es una historia de cumplimiento de plazos, de costes, de 'deadline'... No lo es.
Hace un año, en abril de 2014, estábamos en las vísperas del Mundial de Fútbol, y el estadio que abría el Mundial en São Paulo no estaba listo. Se juntan la imagen que ya tienes en relación a Brasil, el estadio que no estaba listo, el problema que había en Deodoro[uno de los parques olímpicos de Río, que aún no había empezado a construirse]... Es una crítica pertinente, comprensible, por eso uno de los legados que vamos a dejar es demostrar que podemos hacer las cosas dentro del plazo y del presupuesto.
La Olimpiada, va a ser con mucho dinero privado y con un coste mucho menor que las de Londres, por ejemplo. Por primera vez en mucho tiempo cambiamos la curva de las Olimpiadas y llevamos el coste para abajo.
N: El gigantismo de los Juegos Olímpicos también era una crítica del COI, que quería un cambio de modelo.
E: Estamos ayudando al movimiento olímpico. Era natural la desconfianza, hoy las personas tienen mucha más seguridad. La Copa del Mundo ayudó. La prensa decía que iba a ser una desgracia y no lo fue.
Ahora es un momento difícil: se junta una crisis económica en Brasil, una crisis política, unos escándalos... Todo eso no ayuda. Pero también hay algo interesante, quien está pagando las cuentas es Río de Janeiro. El Ayuntamiento está con sus cuentas organizadas. El Mundial de Fútbol parecía que iba a ser una catástrofe, pero al final, en términos organizativos, salió bien.
N: En una entrevista usted dijo que la consideraba un fracaso. ¿En qué sentido?
E: Hay tres aspectos cuando haces un evento así: uno es dejar un legado físico de mejoras, otro es un intangible que muestra tu capacidad de entregar, de hacer, sin retrasos. Y otro es tu capacidad de celebrar. Esos son los tres legados o activos.
El Mundial demostró que nosotros festejamos muy bien. ¡Pero eso ya lo sabíamos! La fiesta la hacemos como nadie, mira el Carnaval. No cambió nada sobre la percepción de Brasil: un pueblo simpático, música buena, ok, caipiriña maravillosa, ok, culos bonitos, chicos guapos, eso todo el mundo lo sabía.
Lo que no saben son las otras dos cosas: que podemos hacer las cosas a tiempo y transformar la ciudad. Quizá las expectativas con el Mundial de Fútbol eran tan bajas que como no pasó nada malo ya fue un éxito. Es eso, quizá en el caso de las Olimpiadas yo debería bajar las expectativas, están muy altas.
Quiero contar una historia diferente: Claro que queremos una superfiesta, pero la historia que queremos contar es que existe un Brasil de los ladrones de Petrobras, pero hay un Brasil de gente seria que hace las cosas en el plazo y en el coste, que hay un Brasil que sabe planear, que hay un sector privado activo ésta es la oportunidad.