MADRID 3 Mar. (EUROPA PRESS) -
La actividad manufacturera de Estados Unidos subió "considerablemente" en febrero al situarse el índice de gerentes de compras (PMI) elaborado por S&P Global en los 52,7 puntos frente a los 51,2 anteriores, lo que supone su mejor marca desde junio de 2022 y encadenar dos meses en positivo.
La agencia ha explicado que tanto la producción como los nuevos pedidos se anotaron "importantes repuntes" durante el mes, aunque existen pruebas de que estas expansiones estarían parcialmente motivadas por la compra preventiva en anticipación a la entrada en vigor de los aranceles defendidos por la segunda Administración Trump.
El informe ha dejado constancia de que "algunas" compañías ya estarían ajustando al alza los importes de venta como consecuencia directa de las trabas comerciales presentes o futuras. Esto disparó el coste de los insumos a su nivel más alto desde noviembre de 2022, al tiempo que los gastos de producción se elevaron aún más, hasta máximos de dos años.
Febrero vio disminuir los pedidos acumulados gracias a un aumento de la contratación, el cuarto mes seguido que se amplía, pese a que esta mejora solo fue "modesta".
De su lado, la confianza empresarial estuvo por encima de la media histórica, aunque por debajo de la de enero. Las firmas continúan anticipando que la incertidumbre económica y geopolítica se despeje al avanzar 2025.
"La subida del PMI hasta su nivel más alto en 32 meses indica una mejora de la salud del sector manufacturero que podría ser solo superficial", ha resumido el economista jefe del área de empresas de S&P Global Market Intelligence, Chris Williamson.
"La producción y las compras se vieron a menudo impulsadas por las empresas y sus clientes, que acumularon existencias para evitar las subidas de precios y los problemas de suministro causados por los aranceles. Mientras, las exportaciones se han desplomado y los retrasos en las entregas de los proveedores han sido los más habituales desde octubre de 2022", ha elaborado.
Además, el analista ha advertido de que las compañías están preocupadas por el efecto proinflacionista de los aranceles sobre las ventas o por un potencial viraje más 'hawkish' de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) sobre la inflación.