Ocho de los 12 estadios tienen pérdidas por los altos costes de mantenimiento
RÍO DE JANEIRO, 12 Jun. (Notimérica) -
Hace exactamente un año el balón empezaba a rodar en el estadio de Itaquerão, en São Paulo, ante la atenta mirada de millones de telespectadores de todo el mundo y el escepticismo de los brasileños, por lo general muy críticos con la organización del Mundial de Fútbol, que supuso una inversión de 8.000 millones de reales (2.600 millones de dólares) en estadios, la mayoría de los cuales ahora son deficitarios.
Ocho de los 12 estadios que se construyeron o se reformaron para el Mundial de la FIFA han tenido pérdidas en 2014: el Arena da Baixada de Paraná, el Arena Pernambuco de Recife, el Arena Pantanal de Cuiabá, el Fonte Nova de Bahía, el Mané Garrincha de Brasilia, el Arena Amazônia de Manaos, el Castelão de Fortaleza e incluso la 'joya de la corona', el mítico Maracaná de Río de Janeiro.
En total, acumulan 126 millones de reales de pérdidas (40,5 millones de dólares), debido en gran parte a los altos costes de mantenimiento de las nuevas infraestructuras, que obliga a subir el precio de las entradas, lo que sumado al bajo nivel deportivo de las competiciones que se celebran en muchos de estos estadios desincentiva al aficionado y hace que las gradas estén vacías la mayor parte del año.
El caso más grave es, precisamente, el del estadio de Maracaná, construido para la Copa del Mundo de 1950 y sometido a un profundo lavado de cara para la Copa Confederaciones de 2013 después de consumir 808 millones de reales (362 millones de dólares).
Cerró 2014 con 77,2 millones de pérdidas (25 millones de dólares), a pesar de que la empresa que lo gestiona intenta explotarlo al máximo: no sólo se celebran conciertos o grandes eventos, también se puede alquilar para bodas, reuniones de empresa e incluso picnics en el césped.
Aún así, las cuentas no salen, porque la empresa que lo construyó confiaba en los ingresos extra de un gran centro comercial que estaba previsto con la reforma y que finalmente la Justicia tumbó; y ahora el Gobierno del Estado de Río -a quien pertenece el estadio- negocia una nueva concesión o cambiar las condiciones del contrato, mientras Maracaná se prepara para acoger las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos de Río 2016.
A pesar de sus problemas, el Maracaná tiene una actividad continuada, algo que no pasa en otras ciudades, que construyeron grandiosos estadios a pesar de no tener tradición futbolística. Cuando la FIFA nombró a Brasil sede del Mundial el Gobierno convenció a la entidad de ampliar el número de ciudades sede para beneficiar al máximo de territorios, acercando el macroevento al noreste, la región más pobre de Brasil.
Pero más que beneficios esa estrategia ha traído varios quebraderos de cabeza: es lo que pasa con el Arena Amazônia de Manaos, un estadio construido en una ciudad sin equipos destacados y cuyo mantenimiento cuesta 700.000 reales al mes (225.000 dólares) a las arcas del Gobierno del Estado. Ante las dudas sobre su futuro se llegó a plantear convertirlo en cárcel, aunque ahora la opción que toma fuerza es la de la privatización.
Otro estadio infrautilizado es el Mané Garrincha de Brasilia, uno de los estadios más caros -1.000 millones de reales, 321 millones de dólares- que ahora alberga las oficinas de tres secretarías del Gobierno del Distrito Federal.
¿ÉXITO O FRACASO?
A pesar de las críticas por el despilfarro y las obras de infraestructura prometidas en muchas ciudades y que nunca fueron concluidas, el actual ministro de Deporte, George Hilton, considera que el Mundial fue un éxito y que dejó un legado "real y concreto", según ha explicado a Notimérica.
No piensa lo mismo el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, que en una reciente entrevista con Notimérica aseguraba que el Mundial fue una oportunidad desaprovechada porque no explicó al mundo nada que no se supiera ya sobre Brasil: "El Mundial demostró que sabemos hacer buenas fiestas. ¡Pero eso ya lo sabíamos! La fiesta la hacemos como nadie, mira el carnaval", decía.
Para Paes, los Juegos Olímpicos de Río del año que viene son la oportunidad para demostrar que existe un Brasil en el que las cosas se hacen "a tiempo y dentro del presupuesto", y es que aunque las obras olímpicas tuvieron importantes retrasos al inicio en los últimos meses han dado un acelerón y están dentro del cronograma previsto, según el alcalde.