Actualizado 25/03/2019 14:40

Ana Lucía, la dominicana que aprendió a mirar la vida sin poder verla

Ana Lucía Runner ciega
CEDIDA
 

   MADRID, 23 Ene. (Notimérica)

   El día a día de Ana Lucía sigue un ritmo frenético. Se levanta a las cinco de la mañana, entre semana para trabajar y los fines de semana para salir al monte o a hacer largas caminatas por algún lugar bonito de Madrid. Vuelve a casa por la tarde y se ocupa de la comida, la compra, la limpieza, el cuidado de su hijo, ir al gimnasio y estudiar una carrera. Y todo esto siendo ciega. A veces termina de madrugada y solo puede dormir tres o cuatro horas, pero es que a Ana Lucía realizar estas tareas, o desplazarse de un lugar a otro, le lleva más tiempo del habitual.

   No es raro, por tanto, verle haciendo la compra por Internet en el metro, o contestando los emails en el tren mientras va de camino a Fuenlabrada, donde entrena tres veces a la semana con Marcos, su guía y amigo. Porque si algo caracteriza a la dominicana Ana Lucía es su pasión por el atletismo. A sus 43 años ha participado, pese a su ceguera, en numerosas maratones y también practica montañismo y hace rutas en bicicleta. Por el momento se le resiste tan solo la natación. "Es mi tarea pendiente y no pararé hasta conseguirlo", explica a Notimérica en uno de los momentos de descanso de su día frenético.

   Su ceguera de nacimiento nunca le ha supuesto un problema. Sus padres se mudaron a Santo Domingo, la capital del país, para que tanto ella como sus otras dos hermanas, ciegas también, tuvieran la educación adaptada a sus características que necesitaban. Allí aprendió "a ser autónoma, a trabajar en equipo, a organizarme sin la ayuda de mis padres y, sobre todo, a amar el deporte, los libros y a los amigos", reconoce. Después, en la universidad, estudió periodismo porque le gustaba investigar y escribir sobre lo que iba descubriendo en distintos ámbitos de la vida o la política, aunque tuvo que abandonarlo porque en aquella época "los estudiantes de periodismo estábamos siendo atacados por el Gobierno y en la facultad siempre había conflictos con la policía".

   Ana Lucía conserva un resto visual muy pequeño, pero el suficiente para permitirle ver la luz, algunos colores, siluetas y poco más. Suele moverse de forma autónoma, solo con ayuda de su bastón, y tan solo necesita acompañante cuando corre, porque "sin el guía sería imposible practicar el running". Pese a que la dominicana asegura que tuvo una etapa complicada en la adolescencia, cree que su discapacidad la ha llevado "con dignidad". De hecho, su mensaje es en sí mismo una lección. "Poco a poco fui aceptando mi ceguera y aprendiendo a convivir con ella, a olvidarme de lo que no podía hacer y a centrarme en aquellas cosas que era capaz de conseguir por mí misma. Entendí que no tengo la obligación de ser perfecta sólo para demostrar que mi discapacidad no me impide hacer una vida normal y que lejos de buscar el reconocimiento y aprobación de los demás, tenía que esforzarme en alcanzar mis metas por y para mí, porque eso es lo que me hace sentir realmente feliz y realizada", afirma Ana Lucía.

   Se mudó a España en 1997 en busca de nuevas oportunidades profesionales y por el momento trabaja como teleoperadora en Ilunion, una empresa que desarrolla acciones empresariales innovadoras que favorezcan la integración laboral de las personas con discapacidad y que cuenta con una plantilla de unos 32.000 trabajadores de los cuales más del 35 por ciento son personas con discapacidad. Aunque reconoce estar "contenta" con su trabajo, sus aspiraciones van a más y está estudiando Educación Social en una universidad a distancia con el firme objetivo de poder tener un trabajo con el que sea ella quien ayude a otras personas necesitadas.

SU HISTORIA CON EL ATLETISMO

   Ana Lucía empezó a hacer atletismo en una escuela de ciegos, cuando era pequeña, y participó en varias pruebas donde consiguió "buenos tiempos". Viviendo en República Dominicana nunca abandonó su pasión, pero no fue hasta 2015, cuando vino a vivir a Madrid, cuando definitivamente vio que era posible formar parte de un grupo con los medios suficientes para entrenar a personas de su condición. Entró al grupo de montaña de la Fundación ONCE, en la que algunos de los guías también salían a correr. Así fue como retomó esta práctica deportiva. Al principio participaba en carreras de cinco y diez kilómetros, luego se animó con distancias de medio maratón, participó también en los 10.000 metros de El Soplao en Cantabria y tras al menos ocho medias maratones se animó a participar en el maratón de Valencia y a correr sus 42 kilómetros de la mano de la iniciativa Comparte tu Energía, cuya misión es que todas las personas con discapacidad visual que quieran correr encuentren a corredores guía con ganas de compartirt su energía. También corrió el año pasado una prueba de 100 kilómetros entre Madrid y Segovia.

   Reconoce que no resulta sencillo preparar estas carreras, ya que siempre depende de otras personas para salir a entrenar y eso implica "estar dispuesta a renunciar a cualquier otra actividad porque hay que adaptarse a los horarios de los guías y aprovechar la mínima oportunidad que se nos presente de entrenar juntos". Entrena siempre que puede, por lo general cuatro o cinco veces entre semana y aprovecha los sábados y domingos para participar en las carreras o salir a hacer largas caminatas por la montaña. En ocasiones, asegura, "tengo que armarme de valor para no tirar la toalla". "Hago todo lo que puedo para ser cada vez mejor corredora y lo sería sin duda si tuviera las mismas posibilidades que un atleta vidente, porque entonces podría entrenar a mi ritmo y sin necesidad de esperar a que alguien pueda acompañarme", afirma. Sin embargo, el hecho de contar con personas que están con ella de manera voluntaria es "mi mayor estímulo para levantarme cada día con ganas de continuar y progresar en lo que hago".

ana lucía runner ciega

   Nunca ha pretendido ser un ejemplo para nadie, pero la realidad es que mucha gente le ha contactado para decirle que su ejemplo les ha servido para vencer sus miedos, algo que le produce "una satisfacción muy grande" que le impulsa "a mantenerme firme para seguir luchando y apostando por aquello en lo que creo y lo que hago".

EL RETO MÁS IMPORTANTE DE SU VIDA

   Contra todo pronóstico, el gran reto de su vida no ha sido participar en maratones siendo ciega. El hijo de Ana Lucía tiene veinte años. "Disfruto de mi hijo, de su cariño, de verle crecer, de tocarle y sentir que ha merecido la pena el tiempo que le he dedicado; atrás quedaron los nervios cuando no le podía ver mientras jugaba en el parque para saber si todo iba bien, la crítica de la gente que no me veía capaz de sacarle adelante sola, el miedo a no estar haciendo bien las cosas...", reconoce. Se ha esforzado siempre por transmitirle "los mismos valores que me inculcaron mis padres".

   Ana Lucía no deja de intentar superarse. En lo deportivo tiene proyectos "muy interesantes para este año" que está afrontando "con mucha ilusión". Entre ellos, correr el medio maratón de Zaragoza, el del Día de la Mujer en Madrid, repetir en Cantabria, correr el maratón de Río de Janeiro en junio, la Behobia de San Sebastián en noviembre, así como varias carreras de diez kilómetros. También viajará a Marruecos con su grupo de montaña para ascender el monte Toubkal y está preparando un proyecto junto a varios compañeros para organizar una carrera por etapas, aunque esto último tiene un coste elevado y por el momento no han encontrado empresa patrocinadora.

   En el plano personal, quiere viajar a República Dominicana en Navidad para ver a su familia y continuar estudiando para terminar el grado lo antes posible. La idea de seguir viajando con la excusa de correr para conocer otros países, otras culturas y otras gentes es el motor que le mueve cada día. Concluye la entrevista así: "Quiero seguir siendo tan feliz como soy siempre que madrugo para salir a correr por ahí".