MADRID, 17 Oct. (Notimérica) -
Pablo José Montoya Capuzano es colombiano, pero escribe para el mundo. El novelista, poeta, cuentista y ensayista, nacido en 1963 en Barrancabermeja (Colombia), padre de múltiples obras de gran calidad, ha recibido recientemente, en 2015, su primer gran reconocimiento, el premio Rómulo Gallego, por su novela "Tríptico de infamia".
Actualmente, es profesor de literatura en la Universidad de Antioquia, lo que combina con su vocación, que es escribir. Su obra no tiene sello nacional, aunque sí se siente influido por los grandes de su país y gira en torno al viaje, la historia, la música, el arte y la violencia.
Pablo Montoya es crítico con la realidad de Colombia y muy consciente de las limitaciones que le rodean. Analiza sin problemas la situación de la literatura iberoamericana actual y su compleja exportación, así como la frágil situación política y social de su país desde la perspectiva abierta de quien elige la paz frente a la venganza o el resentimiento.
Pregunta: Usted ha publicado a lo largo de su vida tanto cuento, como novela, ensayo y poesía, y se le ve muy cómodo en todos los géneros. A su juicio, ¿cuál es el género más importante en la actualidad de la literatura iberoamericana y concretamente en Colombia?
Respuesta: Bueno, por número de lectores, también por la tradición que ha tenido en Iberoamérica, el género mayor es la novela. Pero eso no significa que los otros géneros no tengan una importancia vital en el panorama de la literatura actual iberoamericana. La diferencia es que un novelista vive de sus libros, un ensayista o un poeta, no, ni tampoco un cuentista.
El ensayo, por ejemplo, es el género más ceniciento de la literatura en Iberoamérica, no tiene lectores suficientes a pesar de que tiene una tradición muy importante. Aún así yo pienso que todos son necesarios y están presentes.
P: Ha hablado usted del cuento, un género difícil, ¿considera que en la actualidad la cuentística se da más en Iberoamérica que en otros lugares?
R: En el siglo XX, y aún tenemos influencias de ese poderoso periodo, el cuento en Iberoamérica fue muy importante. Renovaron el género figuras como Jorge Luís Borges, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez... es un momento esplendoroso del cuento. Ahora sigue, por supuesto, habiendo publicación de cuentos pero no creo que haya la misma riqueza que hubo en la segunda mitad del siglo XX. Lo que yo sí sé es que, por ejemplo, en Francia, donde he vivido, el cuento no es un género tan poderoso. Creo que el cuento es una carta para mostrar de la literatura iberoamericana contemporánea.
P: Volviendo a una visión más general de la literatura iberoamericana, ¿considera que los autores se han separado de esa reafirmación de su condición nacional que imperaba en el boom y la literatura iberoamericana se ha convertido en algo más global?
R: Yo soy un escritor que critico mucho la etiqueta nacional, trato de no hacerla. Pienso en una literatura que tenga suficiente fuerza y capacidad para hablar de cualquier tema y hablarlo bien. Por alejarme de esa cuestión nacional me he negado a escribir sobre sicarios y narcotraficantes.
Pero mira como son las cosas, ¿usted cree que a Marguerite Yourcenar, que es una escritora belga, la cuestionaron porque escribió una novela sobre el emperador Adriano?, ¿usted cree que a ella le dijeron "usted que es belga ¿por qué está escribiendo sobre un romano?". Pero a un colombiano sí le reprochan que escriba sobre pintores franceses. Son consideraciones que parecen absurdas, pero que existen.
Uno puede acusarte de pedante, de ser un escritor muy culto, muy refinado, en un país donde la literatura no tiene esas características. De García Márquez se dice cualquier cosa menos que sea un escritor culto o refinado, aunque él escribe de una manera muy exquisita, pero no se le ponen esas etiquetas porque está escribiendo sobre Colombia. Las consideraciones nacionalistas lo que hacen es entorpecer de algún modo esos imaginarios literarios.
P: ¿Cuáles son para usted los temas recurrentes en la literatura iberoamericana actual?
R: La violencia, desde luego. Iberoamérica está muy vinculada a la novela de crímenes y a la novela negra y, en segundo lugar, la novela periodística. Estos son los dos temas más recurrentes que yo veo ahora. En otra medida, pero también muy fuerte, la novela histórica.
P: Pero eso es algo más internacional, ¿no?, desde hace unas décadas todo el mundo hace novela histórica.
R: Claro, hay moda de novela historia, vende mucho. La novela histórica es otra de las formas que manifiestan la vitalidad de la literatura iberoamericana. También últimamente, o al menos es lo que pasa en Colombia, hay una fuerte presencia de libros testimoniales, que narran dramas personales, tragedias íntimas.
Estamos hablando de novelas pero hay que pensar que en el ensayo o en la poesía hay unas temáticas más universales. Al poeta iberoamericano sí que se le está pidiendo que sea más universal, no tan nacional. Es un fenómeno muy curioso, al novelista se le pide que sea nacional y al poeta que sea universal.
P: Ya hemos mencionado algunas características de la literatura iberoamericana, pero ¿considera que en la actualidad hay alguna peculiaridad que la diferencie del resto?
R: Pues mira, el problema es que los escritores iberoamericanos de alguna manera estamos buscando la aceptación y el reconocimiento de Europa y EEUU. Uno lo que busca es lo que quieren leer esos sectores culturales del mundo de un escritor colombiano. Y lo que está esperando son las novelas de las que le he hablado, novelas de violencia, de narcotráfico...
Existe una literatura iberoamericana que se ocupa del mundo, y lo hace muy bien, pero esa es la que menos se conoce y la que menos le interesa a los consorcios editoriales. Por supuesto, sé que existen grupos de lectores que están ávidos de leer buena literatura, pero en general lo que están pidiendo los países europeos y Norteamérica de la literatura iberoamericana actual es literatura de la violencia.
P: Con respecto a su pasado, ¿cree que la literatura iberoamericana actual se ha alejado del mito del que proviene?
R: Claro, es que la literatura iberoamericana ha trabajado el mito en la historia misma de América Latina, pero se ha perdido mucho. Eso terminó en gran parte con los escritores del boom. Lo que hicieron los memorables escritores del boom ya terminó, pusieron el listón muy alto, es muy difícil hacer una novela memorable partiendo del mito.
Este estilo se ha perdido también voluntariamente, los escritores ahora pensamos "no me meto por ahí, no me voy a poner a diseñar un nuevo Macondo, no me arriesgo porque me descalabro completamente". Creo que si la literatura iberoamericana quiere dar un paso adelante tiene que separarse de esos modelos porque ya están hechos, ocuparon y marcaron la literatura de un momento.
P: Es usted crítico con la creación literaria de su región, ¿considera que se encuentra en un momento de expansión o de recesión?
R: Hay que pensar un poco en dos fenómenos. Se está publicando como nunca antes, hay espacios de publicación en cada país: revistas, talleres, periódicos, carreras de escritura creativa... Hay una irradiación de la literatura a nivel social, pero eso sucede en cada país. La comunicación que hay entre los países es muy difícil, tienes que ganar un premio, ser un escritor importante, que venda, para que tus libros se consigan en los demás países de Iberoamérica.
P: Dejemos un poco a un lado el tema de la literatura y volvamos a un mundo más terrenal para centrarnos en el panorama político actual de Colombia. ¿Qué opinión le merece la posibilidad de un acuerdo de paz definitivo con las FARC?
R: Yo tengo 53 años, nací en 1963, un año después surgieron las FARC, así que he sido una persona que siempre ha vivido este conflicto, oyendo las noticias, viendo los muertos consuetudinarios de esa guerra. Una guerra, como todas las guerras, inútil, sangrienta y costosísima.
Entonces, teniendo en cuenta que es una guerra que lo que ha producido es resentimiento, resentimiento y más resentimiento y muchos muertos, no sabemos cuántos, --dicen que 300.000, yo creo que son muchísimos más-- y a esta edad considero que las guerras son inútiles, por supuesto, acepto los diálogos de paz, completamente.
Aunque en Colombia no va a terminar la violencia, en primer lugar porque hay una desigualdad social terrible y si esa desigualdad social no se reduce es un motor de guerra y surgirán otras guerrillas. Este problema se resolvió en Europa y en Estados Unidos creando un estado social más justo y en Colombia apenas acabamos de empezar.
P: Con respecto al acuerdo de paz, ¿qué opina de que las FARC se puedan constituir en un partido político?
R: Es una pretensión que han tenido las FARC y ojalá lo logren. El M19, que fue otro grupo guerrillero, hace vida política. Ellos firmaron los acuerdos de paz en 1990 y 25 años después un representante del M19 fue alcalde de Bogotá. Hvarios senadores del M19 también, de manera que con las FARC va a pasar más o menos lo mismo. El problema es que las FARC tienen un historial de crímenes muy peligroso que es lo que va a impedir que estén en instituciones más rápidamente. Pero sin duda su propósito es hacer un partido político y hacer política sin armas, así que bienvenidos al juego democrático.
P: Uno de los aspectos más polémicos del acuerdo de paz es la amnistía para aquellos exguerrilleros que no tengan delitos de lesa humanidad o crímenes de guerra, así como la de reducir las penas que se les podrían imponer. ¿Cree que el gobierno puede ser demasiado blando en cuanto a la aplicación de la justicia?
R: Es complicado. Ese concepto se llama "justicia transicional". Esto significa más o menos que nadie va a ir a la cárcel, que se les va a imponer castigos de arresto domiciliario, de trabajos sociales, el desminado del país, que se encuentra lleno de minas en las zonas rurales... Yo creo que así es como funcionan los acuerdos de paz y así están diseñados, esperemos a ver qué pasa.
Creo que también es fundamental que en Colombia se escuchen voces de perdón porque hay gente que dice "no, yo los quiero en la cárcel, no quiero perdonar nada, porque me mataron mi hijo, mi papá, mi mamá y estoy bravo, ofendido, resentido". Bueno, es necesario salir de esa dinámica del resentimiento. Va ser complicado, pero si los guerrilleros y los militares, porque esa justicia transicional también beneficia a los militares que están bastante bañados de crímenes de lesa humanidad, piden perdón, lloran pidiendo perdón, abrazan a las víctimas y les dicen "estoy arrepentido de lo que hice", eso tiene que funcionar, ¿no le parece?
Yo me siento muy liberado de muchas cosas, me digo "¿cómo es posible que lleve toda mi vida oyendo muertos de esta guerra y ahora ya no?". Desde que están en esa mesa de negociación y cesaron el fuego no ha habido ni un solo muerto por esa guerra, vamos a dejar de gastar un montón de dinero y ese dinero se va a emplear en otras cosas. Bienvenido todo eso. Bienvenida la paz, aunque tenga problemas.