CIUDAD DE MÉXICO, 13 May. (Notimérica) -
La intervención estadounidense en México o la guerra entre Estados Unidos y México comenzó el 13 de mayo de 1846. El conflicto, como cualquier otra batalla, no aportó nada bueno a ninguno de los dos países. México perdió más del 50 por ciento de su territorio y alrededor de 360.000 soldados. Para Estados Unidos desembocó otra guerra, la de secesión, debido a las diferencias entre su población.
Las ansias expansionistas estadounidenses eran patentes desde principios del siglo XIX. Antes de la independencia de México, el Virreinato de Nueva España, bajo la protección de la Corona española, firmó el tratado Adams-Onís por el cual se establecían las fronteras entre ambos países. España perdía los territorios de Oregón y Florida, pero ganaba Texas.
México se independizó en 1821 y ratificó el tratado Adams-Onís. Estados Unidos vio su independencia como una oportunidad para expandir su territorio. Poco a poco fueron llegando a Texas colonos estadounidenses que, bajo la protección del gobierno mexicano, vivían en mejores condiciones que los propios mexicanos. Entre algunos de sus privilegios destacaban no tributar y la posesión de esclavos. Ante esto, México se planteó construir un muro entre Estados Unidos y Texas, pero nunca prosperó la idea.
Las diferencias se fueron haciendo cada vez mayores, hasta que en 1846 Texas declaró su independencia y anexión a Estados Unidos. México, en un intento de defender su territorio, mandó tropas comandadas por el general Antonio López de Santa Anna. Sin embargo, Estados Unidos le capturó y le obligó a firmar en Tratado de Velasco. Tal acuerdo, a cambio de su libertad, estipulaba la retirada de las tropas mexicanas y el reconocimiento de la independencia de Texas. México rechazó el trato y el Congreso estadounidense declaró formalmente la guerra el 13 de mayo de 1846.
La noticia del estallido de la contienda se extendió por todo el territorio americano. California declaró su independencia en junio, denominándose República de la Bandera del Oso. Nuevo México fue reclamado por Texas y Arizona, perteneciente a la Baja California, fue invadido al poco de comenzar el conflicto. México, con menor población y armamento, no pudo hacer nada para contratacar la invasión de sus territorios.
La guerra terminó con el tratado Guadalupe Hidalgo, firmado en esa misma ciudad el 2 de febrero de 1848. México perdía más del 50 por ciento de su superficie, no se le requería indemnización por la guerra y era compensado con 15 millones por los territorios perdidos. Estados Unidos vivió un breve auge de patriotismo, fomentado por el entusiasmo con el que la prensa cubría la guerra y la multitud de noticias que surgieron gracias a la invención del telégrafo.
Pronto aparecieron las diferencias. Algunos estadounidenses apoyaron la contienda en pro de sus intereses territoriales, comerciales y esclavistas. Pero otros no lo vieron tan claro, como Ulysses S. Grant, 18º presidente de Estados Unidos. Este llegó a declarar: "No creo que haya habido una guerra más injusta como la que Estados Unidos le hizo a México, era seguir el mal ejemplo de las monarquías europeas".