MADRID, 17 Feb. (EUROPA PRESS) -
La extinción de los dinosaurios pudo inlfuir en la creación de un entorno que ayudó a la evolución de las frutas, lo que indirectamente moldeó la evolución de nuestros propios antepasados primates.
Los investigadores dirigidos por el profesor de ecoinformática de la Northern Arizona University (NAU), Christopher Doughty, encontraron evidencia de una teoría largamente considerada sobre el papel fundamental de las extinciones de los dinosaurios en la evolución de la fruta.
Los saurópodos, los animales terrestres más grandes que caminaron sobre la Tierra, fueron ingenieros de los ecosistemas, modificando profundamente sus entornos derribando árboles y comiendo grandes volúmenes de vegetación. Tras la extinción de los dinosaurios, los bosques volvieron a crecer más densos, impidiendo que el sol llegara a la capa del suelo, lo que, muchas generaciones después, condujo al crecimiento de semillas y frutos grandes. Con el tiempo, estos frutos se convirtieron en una fuente primaria de alimento para muchas especies animales, incluidos nuestros antepasados primates.
El estudio, publicado en la revista Palaeontology, aporta pruebas mecanicistas a favor de esta teoría que los científicos llevan sospechando desde hace tiempo pero que hasta ahora no han podido demostrar a través del registro fósil. Podría ser una pieza importante del rompecabezas en el proceso evolutivo.
"A primera vista, el sotobosque más oscuro causado por las extinciones de los dinosaurios puede parecer poco importante, pero podría haber llevado directamente a la evolución de nuestros antepasados primates frugívoros", dijo Doughty en un comunicado.
Hace más de 66 millones de años, cuando el mundo todavía tenía dinosaurios grandes y torpes, el tamaño medio de las semillas de las plantas era pequeño y los frutos eran raros. Después de su extinción, las semillas y los frutos aumentaron exponencialmente de tamaño.
Los investigadores han planteado la hipótesis de que esto sucedió porque en los bosques más densos, la competencia por la luz incentivó a los árboles a crecer más altos y más rápido que sus vecinos, y los árboles cultivados a partir de semillas más grandes tenían una ventaja en esa competencia. Como beneficio adicional, invertir en frutas deliciosas y exuberantes hizo que fuera más probable que los animales las ingirieran y dispersaran, lo que ayudó a que las plantas prosperaran.
Sin embargo, no ha habido mucha evidencia que respalde esta teoría. Para abordar esto, el equipo de investigación creó un modelo en el que el tamaño de las semillas y las frutas aumentó como respuesta al sotobosque más oscuro que siguió a las extinciones de los dinosaurios, lo que coincide con las tendencias reales del tamaño de las semillas en los últimos 65 millones de años.
Incorporaron conocimientos adquiridos recientemente sobre cómo los animales grandes afectan la estructura del bosque, cómo las semillas se convierten en plántulas y árboles jóvenes y cómo el tamaño de los animales ha cambiado con el tiempo. El resultado: el modelo replicó de manera cercana las tendencias observadas en el tamaño de las semillas y los animales a lo largo del tiempo.
Hasta ahora no hay sorpresas. Pero lo que vino después, cuando continuaron ejecutando el modelo, fue una sorpresa según los investigadores. Los datos apuntaron a un fenómeno misterioso en el registro fósil: hace unos 35 millones de años, las semillas invirtieron su curso y comenzaron a hacerse más pequeñas, porque los animales terrestres habían vuelto a ser lo suficientemente grandes como para tener un efecto similar en los bosques como lo hicieron los dinosaurios, aunque proporcionalmente más pequeños.
"Nuestro modelo predijo que estos animales abrirían el bosque lo suficiente para que la luz comenzara a entrar en el sotobosque y las semillas más grandes ya no tuvieran éxito sobre las semillas más pequeñas", dijo Doughty. "La presión evolutiva para que el tamaño de las semillas aumentara comenzó a disminuir. Por lo tanto, pudimos explicar las tendencias en el tamaño de las semillas a lo largo del tiempo sin recurrir a influencias externas como el cambio climático".
"Estos resultados proporcionan un ejemplo sorprendente de cómo los dinosaurios grandes, y su extinción final, no solo dieron forma a su entorno contemporáneo, sino que también desencadenaron efectos en cascada sobre los ecosistemas durante millones de años", dijo Benjamin Wiebe, estudiante de doctorado en NAU y segundo autor del artículo. "La próxima vez que coma fruta o se pregunte 'por qué estoy aquí', considere el impacto de las extinciones de los dinosaurios".
Otro cambio ocurrió hace unos 50.000 años, cuando otro gran evento de extinción acabó con mamíferos prehistóricos como los mamuts. Sin estos ingenieros del ecosistema, los sotobosques forestales volvieron a oscurecerse y el modelo predijo un aumento a largo plazo del tamaño de las semillas en respuesta a la ausencia de estos animales.
Los humanos, descendientes de aquellos primeros primates frugívoros, han sido los últimos en influir en el tamaño de las semillas. Allí donde la colonización humana ha dado lugar a prácticas de tala selectiva, los niveles de luz en el sotobosque se asemejan a los del bosque de los dinosaurios.
Sin embargo, si los humanos dejan de desempeñar el papel de saurópodos y no son reemplazados por otros ingenieros de la megafauna, podríamos esperar un oscurecimiento del bosque y el consiguiente reinicio de la carrera por la luz, con la evolución de semillas más grandes recuperando una ventaja sobre las más pequeñas.