MADRID, 6 Feb. (EUROPA PRESS) -
Observaciones con el telescopio Gemini Norte, operado por NOIRLab, han detectado el chorro de materia más grande jamás observado en el Universo temprano, que dobla en diámetro a la Vía Láctea.
Gracias a décadas de observaciones astronómicas, los científicos saben que la mayoría de las galaxias albergan agujeros negros masivos en sus núcleos. A medida que el gas y el polvo caen en estos agujeros negros, la fricción genera una enorme cantidad de energía, dando lugar a núcleos galácticos extremadamente luminosos conocidos como cuásares. Estos cuásares emiten potentes chorros de materia energética que pueden detectarse con radiotelescopios a grandes distancias. Mientras que en el Universo cercano estos chorros son relativamente comunes, en el Universo temprano y lejano han sido mucho más difíciles de encontrar hasta ahora.
Utilizando una combinación de telescopios, los astrónomos han descubierto un chorro de dos lóbulos que se extiende al menos 200.000 años de luz de distancia, el doble del tamaño de la Vía Láctea. Este es el chorro más grande jamás antes visto en el Universo temprano. El chorro fue identificado en primera instancia utilizado el Telescopio internacional LOFAR (Low Frequency Array), una red de radiotelescopios repartidos por toda Europa.
A partir de esto, se realizaron observaciones de seguimiento en el infrarrojo cercano con el Espectrógrafo de Infrarrojo Cercano de Gemini (GNIRS por sus siglas en inglés), y en el óptico con el Telescopio Hobby-Eberly, para obtener una imagen completa del chorros y del cuásar que lo produce. Estos descubrimientos son cruciales para comprender de mejor manera el momento y los mecanismos de formación de los primeros chorros gigantes nuestro de Universo, informa NOIRLab en un comunicado.
"Estamos buscando cuásares con chorros potentes en el Universo temprano, los cuales nos ayudan a entender cómo y cuándo se formaron los primeros chorros y cómo impactan en la evolución de las galaxias", explicó Anniek Gloudemans, investigadora postdoctoral de NOIRLab y autora principal del artículo publicado en la revista The Astrophysical Journal Letters.
Para comprender la historia de formación de un cuásar, es necesario determinar sus propiedades, como su masa y el ritmo al que consume materia. Para medir estos parámetros, el equipo observará una longitud de onda de luz específica emitida por el cuásar conocida como línea de emisión amplia Mgll (magnesio). Normalmente, esta señal aparece en el rango de las longitudes de ondas ultravioletas. Sin embargo, debido a la expansión del Universo, que provoca que la luz emitida por el cuásar se "estire" a longitudes de onda más largas, la señal de magnesio llega a la Tierra en el rango de longitudes de onda del infrarrojo más cercano, donde es detectable con GNIRS.
SU CUÁSAR SE FORMÓ CUANDO EL UNIVERSO TENÍA UN 9% DE SU EDAD ACTUAL
El cuásar, llamado J1601+3102, se formó cuando el Universo tenía menos de 1.200 millones de años, apenas el 9% de su edad actual. Aunque los cuásares pueden tener masas millas de millones de veces superiores a la de nuestro Sol, este es más bien pequeño, con un peso de 450 millones de veces la masa del Sol. Los chorros de doble cara son asimétricos tanto en brillo como en la distancia a la que se extienden desde el cuásar, lo que indica que un entorno externo puede afectarles.
"Curiosamente, el cuásar que alimenta este chorro de radio masivo no tiene una masa extrema de agujero negro, comparado a otros cuásares, lo que parece indicar que no se requiere una tasa de acreción o un agujero excepcionalmente masivo para generar chorros tan potentes en el Universo primitivo".
La escasez previa de chorros de radio en el Universo primitivo se atribuye a la radiación de fondo cósmico de microondas: una especie de neblina siempre presente de radiación de microondas que quedó del Big Bang.
Esta persistente radiación de fondo normalmente reduce la luz de la radio de objetos tan distantes. "Podemos observar este objeto desde la Tierra, aunque esté muy lejos, sólo porque se trata de algo muy extremo", explicó Gloudemans, y agregó que "este objeto muestra lo que podemos descubrir combinando el poder de múltiples telescopios operando a distintas longitudes de onda".