MADRID, 17 Ago. (Notimérica)
Montse es de México y Rodrigo de Argentina. Montse es cirujana infantil especializada en trasplantes y Rodrigo es biólogo, doctorado en el área de inmunología. Ambos trabajan ahora en el Idipaz, el Instituto de Investigación del Hospital Universitario de La Paz, conocido por ser un referente a nivel europeo en el área de trasplante pediátrico. Y por más modestos que se muestren, saben que a este hospital madrileño solo acceden los mejores investigadores, aunque la paradoja se da porque una parte importante de los fondos con los que se financia la investigación en la que ambos participan viene directamente de las familias de los niños trasplantados y de NUPA, una organización que dedica todos sus esfuerzos a reunir fondos para poder continuar con las labores de investigación.
De la mano de Francisco Hernández, el jefe del área de trasplantes de Idipaz, ambos trabajan por descubrir la manera en la que el injerto intestinal sea menos rechazado por los pacientes. Montse se había dedicado durante siete años en su México natal al trasplante hepático y Rodrigo estudiaba en Buenos Aires las enfermedades inflamatorias intestinales cuando fueron invitados a adentrarse en el mundo de la microcirugía.
Ninguno de los dos tiene claro cuándo terminará esta investigación, de hecho como cualquier investigador no tienen claro ni si terminará con éxito. Tampoco saben cuándo volverán a sus países a implementar lo aprendido en La Paz. Por el momento están cumpliendo un sueño, tal como ambos reconocen a Notimérica, y quieren disfrutar de todo aquello que va surgiendo por el camino.
BATALLA ENTRE DOS EJÉRCITOS
El trasplante de intestino es uno de los más complejos precisamente porque tiene la mayor carga de células inmunes de todo el cuerpo. Para Montse, lo que sucede dentro del organismo una vez que a un paciente se le realiza un trasplante es similar a "una batalla entre dos ejércitos muy fuertes". "Es un gran problema convivir con algo que no es tuyo, ya que el cuerpo humano es una máquina perfecta que tiene una serie de barreras que reconocen lo que no es propio que tienen que luchar contra las nuevas células que luchan por hacerse un hueco". Explicado de manera sencilla, cuando se trasplanta un intestino "le estamos dando al cuerpo una bomba de tiempo" y pueden pasar dos cosas: o que el cuerpo lo reconozca como extraño y lo ataque o que esas células de la nueva 'bomba' quieran hacerse su huevo y el injerto ataque al propio cuerpo.
Con este panorama, la mexicana reconoce que "los trasplantados sufren verdaderas torturas". Y ese es el punto en el que ambos están en la investigación, tratando de lograr que ese rechazo llegue en un plazo mayor con menores consecuencias físicas y que se prolongue la calidad de vida del paciente tras el injerto.
"La opción más romántica es encontrar la manera de que el paciente no rechace el intestino nuevo, pero la realidad es que por ahora nos parece suficiente con detectar antes los casos de rechazo y reducirlos lo máximo posible para que sean menos invasivos para el paciente", reconoce Rodrigo, que cree que en lugar de frustrarse por perseguir una zanahoria que quizá no se alcance, lo que deben hacer los investigadores es valorar todo aquello que va surgiendo, a veces de manera inesperada, en el transcurso de una investigación que puede llevar años e incluso décadas.
EXPERIMENTAR EN MODELOS ANIMALES
Por eso sus vidas no tienen horario. En ocasiones trabajan ocho horas y otras dieciséis, porque depende siempre del punto en el que se encuentre la investigación o incluso de la propia inspiración. Si llega a las doce de la noche, uno sale de la cama y se pone a investigar. Y como experimentan con animales, los fines de semana tampoco existen, porque si hay que ir a medicar al ratón, al conejo o al porcino un sábado, se hace y no hay discusión.
Es ese aspecto, el del trabajo con animales, el que puede generar más controversia. Pese a reconocer que "obviamente" a ninguno de los dos le gusta tener que experimentar en animales que en ocasiones tienen que sacrificar, se esfuerzan en dejar claro que lo hacen siempre cumpliendo todas las normativas tanto españolas como europeas que rigen estas prácticas. Agradece Rodrígo que ahora exista este control. "La bioética con los animales ha ido evolucionando mucho. Hace años uno con el animal podía hacer lo que quisiera, pero por suerte se ha tomado conciencia de que el animal no puede sufrir", añade.
A ambos les encantaría que existiesen modelos informáticos tan similares al cuerpo humano que fueran suficientes para trabajar, pero la realidad es que por el momento no existen. "Me encantaría que los modelos computacionales pudieran reproducir a la perfección y que la parte biológica fuese casi innecesaria, pero de momento eso no pasa y estamos lejísimos de que vaya a pasar, porque no podemos pedirle a un programa que prevea cosas que todavía no existen", advierte Rodrigo. Por tanto, ambos coinciden en zanjar este tema con una pregunta. "Si este proyecto suma conocimiento para evitar la muerte de un niño o mejorar su calidad de vida, ¿dónde ponemos el límite?".
En el momento de la entrevista, diez animales trasplantados están en observación. Los investigadores miden en ellos parámetros bioquímicos y clínicos que les dan pautas a la espera de que alguna de ellas sea ese 'boom' que están buscando. Los animales operados pasarán ahora unos días en el área de cuarentena, a donde solo se puede acceder cumpliendo unas estrictas medidas de protección y de higiene.
El área de laboratorios de Idipaz es un referente europeo. Pero además, es un lugar en el que tanto Montse como Rodrigo coinciden en que el ambiente es "excepcional" y sienten que no solo están ahí para aprender, sino que han sido llamados para aportar. Sin tener claro cuándo volverán a sus países, lo que es seguro es que sus conocimientos no pasarán por España sin pena ni gloria. Rodrigo lo tiene claro: "Es imposible pasar por la vida sin generar algún tipo de cambio y algo vamos a hacer, estoy seguro".