Carlos Malamud para Infolatam/Notimérica - MADRID, 22 Sep.
El 14 de septiembre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, los fundadores del Mercosur, decidieron asumir su presidencia rotativa, que correspondía a Venezuela, y conminaron a su gobierno a completar el proceso de adaptación de su legislación a la normativa común antes del 1 de diciembre próximo. Caso contrario podría ser expulsado. Fue el último episodio turbulento en una relación que se ha deteriorado de forma acelerada. El no reconocimiento de Michel Temer como presidente de Brasil por Nicolás Maduro, que también ordenó la retirada de su embajador en Brasilia, tensó aún más las cosas.
Argentina, Brasil y Paraguay fueron los más beligerantes, mientras Uruguay mantuvo una posición menos confrontacional. Llegado el momento de la verdad y para no provocar la ruptura de Mercosur, el gobierno de Montevideo se abstuvo a la hora de firmar el comunicado contrario a los intereses de Caracas. En 2012, cuando las presidentes Dilma Rousseff y Cristina Fernández decidieron suspender a Paraguay tras el juicio político contra Fernando Lugo, José Mujica se vio en una situación similar y terminó cediendo a la presión de sus colegas.
Venezuela se incorporó a Mercosur en 2006 tras la decisión de Hugo Chávez de separarse de la Comunidad Andina (CAN). Los entonces presidentes del bloque, comandados por Luiz Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner, de forma arbitraria, inconsulta y perentoria dieron luz verde al pedido del gobierno bolivariano. Pero, la plena incorporación no se consumó hasta 2012, gracias precisamente a la suspensión de Paraguay, cuyo Parlamento se había opuesto sistemáticamente a refrendarla.
Hay muchas preguntas sin respuesta sobre la actitud venezolana y la integración latinoamericana, vinculadas a la salida de la CAN y al ingreso a Mercosur. Alejandro Oliveros cree que la salida de la CAN fue "un suicidio comercial", dada la natural integración de la economía de Venezuela con Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia y minimiza los logros del ingreso venezolano a Mercosur: "Como país no obtuvimos un beneficio económico importante* solo algunos grandes negocios entre empresas privadas que se beneficiaron de esa alianza. Y países como Brasil, Argentina y Uruguay aprovecharon el auge importador venezolano para dinamizar sus economías".
Por eso llama la atención la defensa a ultranza que hace Venezuela para permanecer en un bloque con el que tiene serias discrepancias ideológicas, comenzando por el lugar que reservan sus tratados al comercio. Si bien en los últimos años esta última cuestión había sido sistemáticamente omitida por decisión de sus presidentes, el relevo de muchos de ellos ha convertido en irrelevante la posición venezolana. La crisis económica de Venezuela ha agravado las cosas, al dejar de ser un comprador importante de alimentos y manufacturas de los restantes países del Mercosur. La obligada reducción de importaciones ha mermado las opciones bolivarianas de presionar con un cierre de mercados si no se atienden sus reivindicaciones.
La postura venezolana la dejó muy clara la ministra de Exteriores Delcy Rodríguez, que en una serie de tweets posteriores a la declaración del Mercosur comenzó recordando que su país mantiene la presidencia Pro Tempore y que "esta declaración de la Triple Alianza del gobierno de Argentina, Paraguay y de facto de Brasil, vulnera la legalidad de la organización". Tras señalar que las decisiones internas deben tomarse por consenso, agregó: "Pretender destruir Mercosur mediante artimañas antijurídicas es reflejo de la intolerancia política y desesperación de burócratas".
Tanto empeño en seguir dentro de Mercosur sólo se entiende a la vista del costo político que la suspensión o expulsión tendría para sus relaciones regionales e internacionales. Si una separación temporal o definitiva por motivos técnicos (no adaptación a la normativa comunitaria) sería difícil de explicar, la aplicación de la cláusula democrática sería un golpe mortal para la imagen de invencibilidad que pretende seguir proyectando Maduro.
Junto a Venezuela, otros dos países del ALBA, Bolivia y Ecuador, buscan integrarse plenamente a Mercosur. En julio de 2015 se firmó el protocolo de adhesión de Bolivia, aunque todavía está pendiente la ratificación de los parlamentos de Brasil y Paraguay, mientras Ecuador sigue negociando las condiciones de su ingreso. Si entonces Rousseff y Fernández presidían sus países y contemporizaban con el bolivarianismo, ¿cuál será mañana la posición de Evo Morales y de Rafael Correa de materializarse la suspensión de Venezuela?
A la vista de lo ocurrido en la Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, celebrada en Isla Margarita de forma simultánea al duro comunicado de Mercosur, es posible anticipar un cierre de filas de Bolivia y Ecuador con Venezuela. Sus respuestas a Brasil tras la destitución de Rousseff así lo anticipan. Durante la Cumbre, Morales y Correa estuvieron acompañados por Raúl Castro y Salvador Sánchez Cerén, presidente de El Salvador. Cuatro mandatarios latinoamericanos de los siete asistentes. Los otros tres fueron el iraní Hassan Rohani, el dictador de Zimbabwe Robert Mugabe y el palestino Mahmoud Abbas.
Raúl Castro señaló que: "Somos testigos de los crecientes ataques a la autodeterminación de Venezuela", una postura refrendada por Morales: "Los pueblos del mundo que luchan por su liberación están con la revolución bolivariana". Fue Correa, sin embargo, quien fue más lejos al afirmar que con la actitud de Argentina, Brasil y Paraguay en relación a la presidencia venezolana de Mercosur "enfrentamos un nuevo Plan Cóndor en la región". De ese modo Correa asumía las acusaciones pronunciadas en agosto pasado por Maduro, cuando afirmó rotundamente que su gobierno era perseguido por "los torturadores de Suramérica".
Al comparar a los gobiernos legítimos y democráticos de Argentina, Brasil y Paraguay con las dictaduras militares de la década de 1970 el presidente ecuatoriano ha cruzado une línea roja no recomendada por la prudencia y la diplomacia. Y más cuando su intención era vincularse a un bloque como Mercosur. Pese a todas sus manifestaciones en favor de la Patria Grande, similares a las de sus compañeros bolivarianos, Correa no ha dudado en función de sus apuestas ideológicas y de la coyuntura política en asestar un duro golpe a la cada vez más complicada integración regional latinoamericana.